jueves, 31 de enero de 2008

Por favor, mirad este vídeo:



Hoy me he dado cuenta de que soy como el perro: espero, pero sé que nunca llegará. Un abrazo.

PS: El enlace ya está rreglado. Gracias Pakillo ;)

viernes, 25 de enero de 2008

Después del lirismo de mis últimas intervenciones, quiero hablaros de la vida real (bueno, la que llamamos real) y de lo que la mueve. Es asombroso cómo ciertas imágenes, ciertas acciones, sobrepasan su propio sentido y adquieren una nueva dimensión. Es el caso, por ejemplo, de las connotaciones de la luna para Lorca, o de la fuente para Machado. Sin embargo, eso también ocurre con cosas "normales", bueno quiero decir que nos pasa a los mortales. Para mí, ese algo es el concierto de música de mi instituto. Desde 3º de la ESO he gastado la mayor parte de mis recreos en subir al aula de música para tocar los xilófonos, y me ha encantado. Era una ocasión para bromear con los amigos mientras tocas un instrumento y gozas de la música. Sin embargo, el año pasado dejo de ser un simple concierto para ser algo más. La profesora que nos ayudaba (y que nos reclutaba) en el concierto, Juani, murió, y el instituto enteró calló. Durante una semana, la gente languidecía en los pasillos, en las clases, después de recibir un mazazo como ese. Sin embargo, los "músicos" no callamos, y guardando nuestras lágrimas seguimos tocando, y llegamos hasta final de curso. En ese final de curso se organizó un especial en memoria de Juani, en el que hubo numerosos conciertos. Acudieron tenores, pianistas y muchos más a su llamada, y como no, también fuimos nosotros. Ahora mismo unas tímidas lágrimas asoman a mis ojos cuando recuerdo el público callado, con el respirar entrecortado por el llanto, y yo mismo era uno de ellos. Cuando subimos al escenario, nos miramos los unos a los otros. No necesitamos de nadie que nos indicara el pulso, que nos diera la entrada, porque ella estaba allí. Parecía que en cualquier momento iba a aparecer allí, con su amenazante baqueta, para guiarnos. Lo hicimos lo mejor que pudimos, sin rendirnos a la emoción, porque estábamos allí por ella. Tantos malos ratos, tantas tensiones producidas en los ensayos dieron su fruto, y ese era. El año anterior viajamos a Vic-en-Bigorre, y allí la gente daba palmas al ritmo del Toreador y enloquecía con La Habanera de Carmen, de Bizet. Todos recordamos aquella actuación con orgullo, pero recordamos esta con admiración. Cómo unos chavales sacaron adelante el concierto, nadie lo sabe, pero ahí están los hechos. Nunca olvidaré a Ester, una de las pocas que sabían algo de música, diciendo: Juani siempre dijo que erais sus chicos, pero también los míos. Ahora mismo lloro viéndola delante mío, llorando, pero feliz. Los hijos que Juani dejó nos felicitaron, y nosotros lloramos aún más. Llegó el siguiente curso, y con él la sombra de la Selectividad. Muchos se fueron, por miedo, y los que quedamos no supimos qué hacer. Hasta ayer, no habría más concierto. Los que me conocen saben que ayer no era persona, que me perdía en el infinito, pero era por el concierto. No podía concebir que algo así se perdiera, que la voz de Juani se perdiera. Sin embargo, algo ha cambiado. Hemos luchado, hemos revuelto cielo y tierra (una más que nadie) y hoy, después de mucho tiempo, ha vuelto ha escucharse a Juani en su reino, diciendo "no lleváis el pulso", o ese "os habéis equivocado de nota". Hoy he sentido que todo tenía sentido, que merecía la pena luchar. No sé que pasará el año que viene, cuando algunos nos vayamos. Sólo que algunos pocos, los niños de Juani, seguirán luchando para que la música no sea relegada a fríos libros de texto. La música seguirá siendo notas cortadas mientras nos comemos el bocadillo, bromas con las baquetas y chistes matutinos. Sé que Juani está orgullosa de sus chicos, aunque uno de ellos no pueda ni leer lo que escribe por culpa de las malditas lágrimas. Os deseo que haya música en vuestra vida, aunque sólo sea el latir de quien amáis. Allá donde estés, te mando un fuerte abrazo, hermano o hermana.

jueves, 24 de enero de 2008

¿Por qué no te siente aquí, conmigo, lejos del fuego? No soy sino un mendigo que se alimenta de las sobras de los gatos para no enloquecer. No bailo al compás del tango; no tengo un traje blanco. ¿Por qué te ríes? Mi corazón ajado todavía recuerda el tacto del cielo. A veces, en sueños, la veo, pero su calor, su risa, no traspasan la frontera de la razón. No todavía. Busco sueños, ideales por los que luchar, pero mi corazón agarrotado no puede cruzar este desierto sin algún pequeño oasis, alguna alucinación que le anime a seguir adelante. No soy como ellos, que te rezan a diario, sino como los antiguos, buscando no buscar, queriendo no querer. Pero te veo al cruzar la calle, jugando con tus hilos, sus cadenas, y siento envidia. Envidia de sufrir, envidia de no poder salir del eternal juego. Deja de reír; tus cascabeles taladran mi conciencia. Sí, tienes razón. Ya no soy ese tierno cachorro que busca acurrucarse a los pies del amo. Mi corazón es de la luna llena, y mi canto pertenece al bosque, mi verdadero hogar.

martes, 15 de enero de 2008

Tú, duende furtivo, que a oscuras acampaste en mi corazón. Tú, llama en la noche, música en la tormenta. Tú, lucero de mis desamores, manantial de mis amores. Tú, pantera en las camas, hiena en mi corazón. Tú, mi acicate en mi celda, el amor en una novela. Tú, rostro en la niebla, cuerpo en el fuego. Tú, en el calor de mi cama, en el frío de mi corazón. Tú, en la boca de otras, pero lejos de todas. Tú, cazador solitario, asesina de mi conciencia. Tú, mi ángel, el demonio. Tú, mi calma, mi tempestad. Tú, mi gracia, mi mitología. Tú, mi redención, mi rendición. Tú, aquí, allá. Tú, ayer, hoy, mañana. Tú, sólo tú, pero siempre tú.

viernes, 11 de enero de 2008

¡Atrás, fantasmas del ayer! ¡Dejad a este hombre proseguir con su tormento, y soltadlo de vuestro oscuro y férreo lazo! ¿Acaso no veis que las personas maduran, y vuelven a equivocarse, con nuevos pecados que reemplazan a los anteriores? Entonces dejad de bombardearme con imágenes muertas, del angustioso y ensordecedor ayer, que siempre trae entre sus gélidos brazos el cadáver de una esperanza, de una promesa lanzada al vasto océano. ¡Alejad vuestras huesudas manos! ¡Llamad a vuestras huestes de ratas hediondas al agujero de donde salieron! ¡Abandonad los campos yermos, las preñadas estériles, todo fruto de vuestra senda hacia la caída, hacia el abismo que os carcome las carnes y las vestiduras! ¡No podréis pasar, atravesar este horizonte entre el mar y la tierra, la luz y la sombra, Dios y el hombre! ¡Contemplad el brazo que esgrime la antorcha, porque no lo morderéis, no será una víctima más de vuestro saqueo, de vuestra peste silenciosa! ¡No Señor, no! ¡He aquí vuestro asesino, vuestro horror! Da igual que esté contaminado por vuestro cáncer. ¡Yo os daré muerte, bajo la espada del frágil hombre, pero también del férreo deseo! Corred, fantasmas de mi pasado, no podréis esconderos. ¡El sol relucirá en mi espada, adornada con vuestra oscura y mefítica sangre! ¡Ven a nosotros, Mañana!
 

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