sábado, 29 de marzo de 2008

Hoy os dejo con esta maravilla de uno de los mayores poetas y músicos de la historia de la música: Bob Dylan. La canción, Forever Young, seguro que la habéis escuchado alguna vez, pero me gustaría que esta vez os fijárais en la letra, también traducida al español, que a mí me ha conmovido. Un abrazo.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Quiero que me mires. Quiero que te sientes aquí, conmigo, y me mires. No hace falta que hables, sólo mírame. Lo único que quiero es tenerte cerca, sentir tu calor a mi lado, esa fragancia que me envuelve cegando la oscuridad que me rodea. El telón de lavanda hace desaparecer las caras que me azotan desde la oscuridad del recuerdo, sombras que antaño me movieron hacia la luz, pero que ahora me arrastran hacia la nada, la fría y áspera nada. Si quieres hablar, hazlo. Nada te ata a este mendigo, que sólo busca su dosis. No hace falta que salgan flores de tu boca. Si quieres, suelta todos tus odios, todas las serpientes que introduje silenciosamente en tu cálida cama. No me compadezcas; bastante he sentido el frío metal de la desazón, del silencio, que clava sus garras en mis entrañas, extrayendo todos los sentimientos de mi alma. Si te soy sincero, ansío esa esterilidad, esa mente yerma, ese ansiado limbo.

PS: Este os lo dedico a vosotros, para que perdonéis mi ausencia. El típico problema de demasiado tiempo libre: no haces nada.

lunes, 17 de marzo de 2008

He dicho tanto de ti, de tus ojos, de tus labios, que todo ha perdido el poco sentido que yo le había dado. Pero como soy un loco encerrado, sin más compañía que un papel y un boli, trataré de verte otra vez entre letras y signos. Tus cabellos han sido vetas del oro más puro, olas que el viento alza en blando movimiento. Tus ojos, pozos de ambición o manantiales de rica miel. Pero tus labios... nunca antes había sentido así tus labios. Pude sentir que el mundo se ordenaba, todo se situaba en su lugar, y funcionaba como debía. Cuando te besé, besé campos de avena mecidos por el viento. Besé miles de estrellas ardiendo en la noche de los tiempos. Besé electricidad en estado puro, electricidad que dotó todo mi cuerpo del deseo que buscaba, del anhelo secreto que necesitaba para seguir adelante. Y por encima de todo esto, tus ojos. Relucientes entre la oscuridad y mediocridad como 2 faros que atraen a los muertos al son de tu canto de beatífica sirena. Mugre y delito son tus constantes, que sin darte cuenta asfixian tu sueño de ser alguien, alguien que merezca ser recordada más allá de la oscura noche. No sé si algún día te zafarás del lodo que apresa tus pies, pero aunque no sea así, serás recordada por siempre en este pobre corazón.

sábado, 8 de marzo de 2008

Aunque parezca una metáfora, es la realidad. Un gato callejero, sin más dueño que él mismo, ha entrado por la ventana y, en vez de buscar un ratón o algo por el estilo, se ha sentado junto a la ventana y se ha puesto a mirar por ella. ¿Es acaso normal que un animal que puede recorrer todo el mundo entre y se limite a ver cómo brilla el sol a través de una ventana? Podría recorrer campos y campos de suave cebada, retozar por donde quisiera, pero ha elegido sentarse junto a la ventana y mirar. A pesar de estar lejos de él (o ella) puedo sentir lo que siente. La luz del exterior le daña, pero cuando mira al interior no encuentra sino oscuridad. Estará cansado de haber huido de cientos de lugares. En sus patas habrá multitud de cicatrices de multitud de peleas con otros gatos, a los que se negó a dar la razón. A pesar del cansancio, mantiene una postura altiva, que refleja su condición interna, el príncipe que nunca quiso ser. El tren pasa, y lo mira con desdén, lamentándose de las personas que viajan a otros mundos sólo para olvidar este, pero que siempre llevan en su interior. Se vuelve hacia donde yo estoy, y puedo leer en sus ojos una eterna moraleja, un consejo que daba sin desearlo. Cansado de tantas rarezas, se acuesta y duerme. En sueños rueda por la mesa. Alza las patas y frunce el ceño ante una visita del pasado, que creía sepultada. Los ojos se agitan bajos los tranquilos párpados, que intenta arropar al gato en su eterno divagar. Sin embargo, el frío está en su interior. El gato sigue ahí, soñando, pero yo me voy. Ya he visto demasiado.
 

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