martes, 24 de julio de 2012

Una pelota de baloncesto. 
Un amigo fiel, que nada pide y nada ofrece.
La sonrisa grabada, la piel arisca
pero llena de aire y de pasión.
Sí, pasión,
la sientes cuando la coges
con tus manos y te lanzas con ella
al vacío.
3 puntos.
La red vibra. La pelota cae.

Ese mundo comprimido
solo tiene sentido
sentado en tu mimo,
palpitando contigo
y perdiéndose en ese río
que son tus ojos.

Siempre otros.
Siempre fríos.

La pelota aprendió francés, se puso a dieta.
Amó a Woody Allen y a Tarantino.
Lentillas, camisa y moto.
Encarnó tus sueños.

Solo recibió una sonrisa.
Pregrabada.
Arisca.
Falsa.

Lo abandonó todo y volvió a ser la de siempre.
Nunca tendrá lo que quiere
pero al menos disfruta con lo que siente:
tu mano sobre su vientre,
el calor que calma la nieve
aunque nunca detendrá la ventisca.

domingo, 15 de julio de 2012

Hay veces en la vida que tienes que hablar, que toca hacerlo y debes hacerlo. Aunque todo se haya dicho, aunque las palabras no describan nada, tienes que intentarlo. Tienes que hacerlo una vez más, tienes que arrodillarte y sangrar cada palabra para poder empezar de nuevo. Nunca aportas nada, tienes que pedir perdón por no estar a la altura pero da igual porque ella ve más allá. La única que sonreía de verdad. La única que reunía a los demás como un sol, como el centro de gravedad que todos consideramos alguna vez perdido. La que me enseñó a abrazar y a amar de verdad. La que me sigue abrazando todas las noches cuando me voy a dormir como lo hacía 10 años atrás, cuando permanecía sentada a mi lado, vigilando mi sueño. La que corría a salvarme cada vez que el mal me rodeaba, cada vez que no podía seguir adelante, que el mundo me superaba. La que más celebraba mis victorias, capeaba mis manías y salvaba mis errores. Ninguno somos santos pero ella fue la persona que más cerca va a estarlo jamás. El tiempo corre, la jardinería es un arte que da sus frutos pero nunca tan buenos como prometían. El futuro siempre es más negro de lo que pensamos, precisamente porque la oscuridad sale de nosotros mismos, pero menos mal que siempre tendremos un buen farol a mano. Si sigo luchando, si sigo escalando, es por ella y gracias a ella. Si algo bueno tengo, le perteneció a ella. Todos los piropos son para esa mujer, igual que las sonrisas o las palmadas en la espalda. Porque aunque yo hable, ella es quien expulsa el aire. Aunque yo sostenga, ella flexiona las piernas. Aunque sea yo quien abrace y salte, es ella quien siente y quien pone el corazón. El tiempo vuela y mañana todos habremos muerto. Solo somos nuestra historia, lo que los demás conozcan de nosotros. Ella no está pero su historia ya es eterna.
 

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