jueves, 28 de abril de 2011

domingo, 24 de abril de 2011

Nunca llegamos, solo volvemos. La vida no es un camino recto, una autopista que lleva a un peaje, sino un tren de juguete condenado a dar vueltas. Dejemos atrás jardines de infancia, universidades, oficinas o tanatorios, todo da igual; siempre encontraremos lo mismo. Nuestros fantasmas atacarán de nuevo, nuestros miedos volverán a controlar nuestras palabras, y seremos presos de nuestras dudas. Siempre nos veremos como el chaval con granos que teme sonreír a la chica que ama con todo su corazón, aunque nunca haya hablado con ella. Los demás siempre serán extraños, sombras que cambian antes de distinguir su contorno. Da igual que los hayamos abrazado meses y años, porque nosotros mismos nos hemos hundido en nuestra mente, y hemos decidido abandonar el mundo. Cambiamos el mundo real, que nos da calor, por una imagen delante de nuestros ojos, que promete mostrarnos una luz. Y siempre lo cambiaremos, porque después de añorar ese calor perdido, de cansarnos de la luz, volveremos a descubrir los abrazos de quienes siempre están en el mismo lugar, las miradas de quienes siempre nos esperan, y esperarán.
 

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