martes, 24 de abril de 2012

Hay sacrificios que solo puede hacer un padre. Los más duros, los más difíciles, son aquellos que no se explicitan, que nunca se ven porque se dan por hecho. Se da por hecho que un padre dará la vida por su hijo y que cada día se desvivirá por él, pero las aristas de las palabras no muestran ni una pizca de ese dolor. Ni las aristas ni los pies de esas mismas letras podrán expresar nunca el amor de un hijo, ni la deuda sin fin. Por eso sobran las palabras y los gestos. Hay sacrificios que solo puede hacer un hijo, como no dar las gracias. Un sacrificio que no siempre se puede cumplir.


domingo, 22 de abril de 2012

Pasa el tiempo y de repente lo vuelves a coger tus manos. No sabes cómo llega hasta allí pero lo disfrutas. El viejo guante de béisbol de tu hermano, su aura. Nadie juega a béisbol, es un deporte estúpido, pero tu acaricias una vez más ese guante. Le sostienes y saboreas su peso, su presencia en este mundo. Te gusta porque es real, un ancla en medio de caras que no duran, marcos que centran el protagonismo. Recorres la superficie a ciegas, porque ya la conoces. Cada recoveco de su figura, cada curva, cada hoyuelo está grabado a fuego en tu memoria, en el rincón de los sentimientos sin mente. Puedes calzarte otros guantes y cerrar el puño con fuerza pero son distintos. O limpiarlos con mimo y sin aliento pero ninguno te cortará la respiración. No es un guante especial, ni hermoso ni horroroso. Tampoco es tu guante porque nunca te pertenecerá, nunca jugarás a béisbol. Solamente es una joya que te mira a los ojos y te hipnotiza, pasarás días pensando en ella hasta que la rutina te vuelva a empantanar. Y solo mucho más tarde, cuando el tiempo haya desembocado de nuevo en el mar, volverás a cogerlo con las manos para disfrutar un poquito más con esas espinas negras.

martes, 10 de abril de 2012

lunes, 2 de abril de 2012

Quiero coger ese copo de nieve y sentir su peso. Quiero acariciarlo y que mis dedos recorran sus formas, sus delicados triángulos y sus firmes hexágonos. Que las yemas jugueteen con cada punta hasta el pinchazo, que venga la sangre y reine sobre el estéril vacío. Quiero besarlo, que mis labios recorran cada recoveco y mi saliva cree nuevas aristas, nuevas imperfecciones. Los copos de nieve no duran mucho, por eso me gusta. No quiero casarme con uno, no quiero engarzarlo en mi colgante; simplemente quiero disfrutar de él un día. Nada más. Para ello necesito que te quites de en medio y no lo asustes, no soples, no grites. Nada hay más delicado que un copo de nieve porque sienten cada uno de nuestros miedos y los hacen suyos. Si piensas que han hecho algo mal, los copos llorarán hasta derretirse y fundirse en el suelo, felices de dejar de causar problemas. Me da igual las razones estúpidas que blandas contra el capricho porque no tienes razón. Nunca serás un copo de nieve, nunca te pintaré en un cuadro ni moriré por recorrer tus aristas con mis labios. Por eso deja ya de gritar, soplar y asustar al pobre copo. Esta es una noche, mañana será otra completamente distinta y ya no existiremos. Deja que la perfección dure unas horas hasta que el hielo se derrita, la sonata termine y volvamos a olvidarnos. Nadie quiere nada eterno, solo sentir durante unos minutos más.
 

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