martes, 30 de diciembre de 2008

Llevaba toda la semana pensando cómo podría acabar el año en mi blog cuando lo vi. En el telediario, primera noticia. Muertos en Palestina. Como siempre, los periodistas buscan las causas, entrevistan a las partes que creen implicadas: los dirigentes de Israel y Palestina. Sin embargo, como la televisión tiene también imágenes, graban cadáveres y manchas de sangre. No es la primera vez que vemos un muerto en la tele, ni por mucho que recemos será la última. Tanta muerte ha inundado nuestros sentidos de forma que ya no sentimos, solo vemos y parpadeamos, pasamos a la siguiente noticia. Olas invaden las calles de una ciudad. Arrastran coches y barcas. La gente no puede permanecer impasible ante semejante tragedia. Hombres y mujeres gritan, y el político pide que se declare zona catastrófica. Más ejemplos.
Crisis. Bancos hundidos, familias al borde de la muerte. Los políticos del mundo no tardan ni una semana en afirmar que hay que hacer algo, que no podemos permanecer expectantes ante semejante tragedia. Una reunión, y se acepta inyectar millones de millones a los bancos y empresas hundidas. No tardaron ni un mes en reaccionar. Casi 100 años hace que familias mueren de hambre a diario. Cada tres segundos un niño muere de hambre. Enfermedades curables son mortales para cerca del 60% del mundo. ¿Algún político ha propuesto destinar millones para estos que sufren?
Siempre recordaré la portada de The Independent a cargo de Bono: No news today. Como todos los que actúan por algo, fue criticado: ¿acaso sirve eso para algo? Sostengo, aun a riesgo de parecer pedante, lo mismo que dije al salir de la Expo 2008. Si esto cambia la opinión de alguien, habrá valido la pena el esfuerzo. Nadie por sí solo puede cambiar el mundo. Todos juntos podemos y debemos cambiarlo. Veamos cómo viene el 2009.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Siempre me ha gustado la niebla. Sé que es la responsable de muchos accidentes de tráfico, que no nos deja ver la belleza de los paisajes, pero nos proporciona otra belleza. Cuando miramos a la niebla, no vemos nada, solo es humo. Sin embargo, a través de ese humo podemos percibir retazos de realidad: un árbol, un camino. La gente odia mirar y no ver nada, pero si aceptamos esa condición, si sabemos que no veremos nada, veremos más de lo esperado. Si miramos a la niebla con la mente vacía, sin querer ver más allá, veremos dentro de nosotros, veremos nuestros miedos y esperanzas proyectados en ella. Veremos cómo el humo va tomando forma humana, veremos nuestra infancia, veremos nuestra muerte. La niebla es como el vaho, hace gracia a los pequeños y molesta a los mayores. Tenemos que esforzarnos por ser como niños, ver en la niebla un extraño conjuro, en el vaho nuestra alma que se esfuerza por salir y volar libre. Tenemos que admirar lo que vive a nuestro alrededor, y cambiar lo que nos avergüenza, pero nunca sentarnos y llorar; siempre hay que luchar. Esta lucha es la más dura, porque se produce día tras día, pero los que sobreviven a ella pueden llamarse con orgullo personas. Un abrazo

sábado, 13 de diciembre de 2008

La cara, llena de mugre. Los dedos, rematados por uñas quebradas y amarillentas, golpean el piano con furia. El cuello de la vieja camisa presiona las quebradizas venas, y mi vista se nubla. A través de la neblina de frustración y rencor contra el mundo te veo, y te veo sonreír. Tus blancas y finas manos reposan en el joyero de otro. Siempre pudiste ser una gran pianista, pero nunca te convenció la música, ese estado del alma en el que sacamos nuestros problemas a la luz. ¿Para qué contar nuestros problemas, para qué demoler la alegría de algún joven? No, nada de eso. Es mejor estar radiante, deslumbrar con tu luz la miseria de los demás, en vez de sumergirte en el lodo, dejar que tu corazón se funda con la oscuridad, y llorar. Sólo llorar. No necesitamos que nos describan el brillo del arco iris, ni que nos hablen de lejanas tierras. Sólo queremos llorar, abrir nuestro corazón, y dejar que nos invada la añoranza, el odio, el amor, todo aquello que antaño nos movió, y que ahora yace esparcido por el suelo, cortando nuestros pies. Las teclas sajan mis dedos, y mi sangre desborda el pequeño altar, inundando las copas de los náufragos que me miran embelesados por la oscuridad que desprendo. Si te soy sincero, yo no sufro dolor de ningún tipo. No albergo añoranza de ningún tipo. No hay sitio para penas o envidias en mis alas, ocultas bajo el enmohecido traje. Es más, me alegro por ti; siempre mereciste un mercante que entendiese el valor de ese diamante. Mi camino me lleva lejos de ti, y no quiero que tus suspiros se estrellen contra el frío cristal que separará nuestros mundos. No somos dos piezas de un mismo puzle. Más bien somos desconocidos que comparten un asiento en el metro. Sí, yo soy un vagabundo sin ningún destino, pero camino con paso firme. Todavía no ha salido el sol, y ya estoy cansado. Tú estás radiante, y disfrutas de un néctar que durará toda una vida. En cambio, yo vivo de un sueño que no existe. A veces lo veo delante, pero mi mano dispersa los retazos que crea mi mente para espolearme hacia delante, como una zanahoria siempre delante de un burro, o las uvas sobre Tántalo. Cómo no, sigo caminando, lejos de Ítaca y acercándome cada vez más al canto de las sirenas. No quiero fríos tapones que me aislen de su melodiosa canción, que sabe a derrota y a miel, y que me sustrae de este mundo para llevarme a mi particular infierno, donde por fin descansar en paz, lejos de sentimientos y deseos. Mis manos han seguido tocando todo este tiempo a mis espaldas, y la melodía debe de haber sido única, porque estás de pie, mirando a través de mí, pero comprendiendo todo lo que en su día te prometí. Veo tras de ti un espejo en el que me reflejo, y no me reconozco. Ya no soy un hombre tocando música; soy un hombre interpretado por la música. Por mi sangre late el ritmo, bombeando energía a todo mi alrededor. El humo se disipa. Las voces callan. Nada puede verse. Una inmensa oscuridad, semejante a la que creó el universo, lo inunda todo. Nadie sufre, porque todo el mundo paladea la amarga bilis del odio, el lacerante escozor de la melancolía. Todo el mundo es feliz, aunque nadie lo sepa.


domingo, 7 de diciembre de 2008

Llevo una semana sin actualizar y he creído que estaríais deseando recibir noticias sobre mí. Tranquilos, estoy bien, bien atareado con La gramática descomplicada, Las dos culturas y un trabajo sobre artículos latinoamericanos, pero necesito un respiro. Una amiga que ha estado en Londres me ha informado de que Nickelback sacó nuevo disco a mediados de noviembre, y yo sin enterarme todavía. El lunes me lo compro, y a la espera, os dejo con el single (que no he escuchado en ninguna radio española) que, si bien no es como Someday o How you remind me, me gusta. Si os apetece, disfrutad con Gotta be somebody (letra aquí) y la voz única de Chad Kroeger. Un abrazo.

 

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