viernes, 3 de junio de 2016

Anohni habla con la voz de la misma tierra cuando pide perdón a la humanidad
por los crímenes de la otra media humanidad.

Un golpe seco resuena como un corazón irregular
que lucha por vivir;
una vida que es un desafío
a la muerte,
la huella de todas las bombas
en tierra real,
en tiempo real,
sobre nuestra piel.

Todos hemos bombardeado esas ciudades
y todos cortamos esas cabezas.
Nuestra vida coquetea con el vacío bajo sus pies,
la realidad virtual no nos salvará;
nos estrangulará, ya lo hace.

Ya estamos muertos, nuestros nervios reventaron de tanto dolor.
Y aun así, nos atrevemos a reír,
nos casamos y nos hipotecamos.
Cada día, nombramos nuevas especies y
galaxias lejanas.

Derramamos vida sin control:
segamos y fecundamos campos bañados
por la luz de un mismo sol.
Creamos drones y ángeles, vestidos
y cinturones bomba.
Somos la crisis que abre cuentas y cierra hogares.

¿Cómo te sentirías si uno de esos números
de guerras lejanas, sin principio ni final,
fuera tu padre, tu hermana o tu hijo?
¿Podrías vivir si sintieras el dolor tal cual es
y no filtrado por imágenes, cifras, palabras?

No. La vida ya es difícil
con la muerte recluida en el hospital.
Un dolor al que renunciamos con nuestro cordón umbilical,
un nexo que rechazamos para saborear
nuestro plasma y nuestra Big Mac.

Salta otra canción en los auriculares,
nuevos cadáveres en las calles y nadie
que te abrace a través de la pantalla.
No busques porque lo tienes detrás:
es tu madre, es tu hermana, es tu hija,

soy yo.
 

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