viernes, 4 de agosto de 2017

Este blog cumple diez años y ni siquiera pude escribir esta entrada a tiempo. Mi único proyecto con éxito, porque el único objetivo era utilizar palabras como nunca lo había hecho hasta entonces. En este tiempo puede decirse que he consolidado un estilo y he dinamitado una identidad tras otra, buscando siempre la raíz en un vaso de yogur. Rastreando las fechas pueden verse los jalones de mi vida, medallas y cicatrices que ayudan a explicarme por qué sonrío ante el parque o me enfado en una cena de gala. He tenido lectores brillantes, épocas de fama y otras de olvido; me gustaría decir que no me importó, aunque lo que más me satisface es comprobar que me mantuve en esa identidad titilante, sin cambiar mi discurso para conseguir nada. Sigo caminando al abismo, como todos aquellos que poblamos este pálido punto azul del universo, y todavía me quedan muchas décadas en las que seguir escribiendo. Los ritmos cambian, las vidas evolucionan a pesar de nuestro terror diario. Este blog seguirá siendo un refugio de la lluvia aunque apenas se actualice. No solo se escribe con palabras, sino que los actos son nuestro mejor teclado; quiero pensar que eso ha mejorado diez años después.
 

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