miércoles, 24 de octubre de 2007

Como todo en este blog, os voy a contar algo que realmente me ha sucedido, y no es para suscitar admiración, sino para poder vivir tranquilo. Como dijo Roger Wolfe: "Quien es feliz vive, quien no, se hace pajas y escribe" Pero bueno, a lo que íbamos. Se habla mucho de amores rotos trágicamente por la fuerza del destino, capaces de llenar hojas y hojas de novelas folletinescas, pero ¿qué ocurre cuando el amor que antaño rompió barreras y fabricó puentes se esfuma poco a poco, como las nubes se disipan tras la tormenta? ¿Acaso eso significa que has amado menos? No, simplemente ha desaparecido. Otros amoríos se marchan de golpe, al ver que el ídolo que adoramos tiene los pies de barro, que se fractura con un pequeño temblor. Sin embargo, este amor que hasta hace nada abrazabas al irte a dormir, y por el que suspirabas al peinarte, se ha desvanecido. Ahora, haciendo un poco de retrospectiva, uno se ríe de esos escalofríos que sacudían todo tu cuerpo cuando por accidente tu mano rozaba sus dedos, ahora feos y rechonchos. La cara en la que pensabas cuando te hablaban de un ángel ha vuelto opaca, haciendo que te preguntes dónde fue a parar esa luz que iluminaba a través de la niebla más densa. Sus ojos ya no son dos soles, sino que parecen dos píxeles, y gracias. Pero tú tampoco eres el mismo. Tu cara ya no desprende una luz tranquilizante, tus ojos ya no relucen. Los que te rodean se preguntan si te ocurre algo, pero sabes que se pasará, y sabes cuándo. Por muy duro que suene, esa herida abierta al arrancarse la flecha de Cupido sólo la tapará otra flecha, que Dios sabe qué efecto tendrá sobre ti. La vida es una sucesión de personas y acontecimientos, y hay que saber quedarse con lo bueno y aprender de lo no tan bueno. Como de costumbre, sonrío tras descubrir qué me pasa. La escritura es lo que tiene.

martes, 23 de octubre de 2007

Los violines siguen sonando lejos de aquí, pero imprimen un ritmo sin fin a mis pies, que no pueden resistirse. Mi corazón va a explotar, pero debo seguir bailando; los violines no han parado. Mis brazos se tuercen en un gesto estúpido, como toda mi coreografía, pero en mi carcasa sólo se refleja esa sempiterna sonrisa, grabada a fuego en mi rostro para ocultar mis verdaderos sentimientos. Así, como si de un muro se tratase, me parapeto detrás de esa muralla a la espera de que este baile sin sentido acabe, pero no lo hace. El contrabajo sigue con su melodía, implacable a las agujas del reloj, cuyo movimiento dejé de observar cuando perdió su significado. La única medida es el compás, y tú eres parte de él. Mientras mis brazos se mueven compulsivamente, como un mono segado por el brillo de una moneda, tu vestido se eleva con gracia sobre todas las botas llenas de barro del exterior. Las arañas de plata confieren un brillo especial a tu vestido de satén verde, que entristece a la misma primavera. En tu faz se refleja una sonrisa que sale de lo más hondo de tus entrañas, reflejándose en ese gesto toda la fuerza que imprimes a este baile dantesco, marcado por el desagrable chirriar de los violines, acuchillados por los intérpretes, únicos sabedores de lo que me espera detrás de ese final apoteósico, en el que toda la orquesta realizará un acorde final. Con ese último dolor acabará mi suplicio, esa espina adentrándose poco a poco hacia mi corazón, pero quién sabe lo que te ocurrirá a ti; seguirás aquí, delante mío, pero inalcanzable, o desaparecerás, como hicieron mis sueños. Pase lo pase, sufriré, que es lo único que puede hacer mi corazón. Los añicos fruto de tu partida desaparecieron, dejando un único pedazo, encargado de hacerme sufrir. No voy a volver a pasar por eso. Despojándome de mi armadura, corro hacia el escenario donde los verdugos y sus finas sogas me esperan y con un gesto seco me lanzo sobre unos de esas cuchillas que abren mis venas, derramando su contenido sobre la fría loza del lavabo. Por fin desapareces; siento frío.

jueves, 18 de octubre de 2007

Hablando con unas buenas amigas que ayer tuvieron la desgracia de leer los apuntes de este loco, me dijeron que uno de mis artículos les había hecho pensar acerca de la condición humana (no lo dijo así, pero yo lo dramatizo un poco) Pensando yo también (esto va a ser mi enfermedad) me he dado cuenta de que lo que dije en un principio que iba a ser este rincón se ha cumplido: un lugar donde las cosas adquieren su importancia. Las cosas cotidianas, que no reciben la importancia que se merecen van creciendo. Esto me condujo a otro pensamiento: el poder que cada uno de nosotros tenemos, sin apenas darnos cuenta. Sólo por haber alzado la voz, alguien dudó de si era correcto lo que pasaba. No os creáis que tengo poder por escribir en internet; hubiese pasado lo mismo si lo hubiera dicho a la cara, pero no tuve el valor. Pero bueno, a lo que íbamos. Ese letargo que nos impulsa siempre a seguir la corriente puede ser aprovechado para el bien, por mucho que esto suene a novela. Los seres humanos somos muy influenciables, y sólo que alguien diga que eso está mal sirve para plantar la semilla de la duda, gracias a la cual llegamos a la verdad (esto no es mío, sino de Descartes). Así que ya sabéis: gritad a los 4 vientos lo que pensáis, que en algún lugar habrá alguien escuchando. Recibid un saludo, susurrado al oído o gritado por unos altavoces. Vosotros elegís.

martes, 16 de octubre de 2007

Caminamos hacia la parada. El viento sopla suavemente, limpiando de hojas secas las calles. Intento serenarme, que no se note que estoy acalorado. Intento llevar el mismo paso que tú, sin parecer impaciente ni desinteresado. Izquierda, derecha; y otra vez. Intento controlar también la respiración, pero las aletas de mi nariz se mueven desasosegadas, nerviosas como yo, eléctricas. No debo dejar que mi cuerpo transpire nada de lo que se trama en mi interior. Inspiro, expiro; inspiro, expiro. Por mucho que lo intente, no soy más que un muchacho junto a una diosa. El autobús pasa a nuestro lado, despacio, como si me incitara a llevar el plan a cabo. Dices algo, pero el pánico controla mis sentidos. Al fin, aunque se ha hecho eterno, llegamos a la parada. El autobús abandonado durante los 5 minutos de descanso nos flanquea el paso. No sé qué ocurre, no sé qué ves, que ríes. Esa risita ingenua, auténtica, me recuerda por lo que estoy aquí. Me miras, pero no como siempre. En tus ojos brilla algo diferente. Expectación, quizá ilusión, o puede que incluso deseo. No sé cuánto tiempo pasó, porque para mí el tiempo se borró, dejó de existir. Sólo existías tú, y yo te observaba. Como una descarga eléctrica, me acerco a ti, a mi sueño. Así no, dices mientras retrocedes. Vuelvo al ataque, pero esta vez en tu terreno. Poco a poco, recorro agitado, sin mover ni un músculo de la cara, los escasos centímetros que nos separan. Ladeo ligeramente la cabeza, como hacían los derrotados, y recorro los últimos kilómetros que me separan de ti, de mi salvación. Tus labios rozan los míos, pequeños pero carnosos, fríos pero aterciopelados. Tus pequeños labios abren mi boca, con la experiencia que me falta, y me demuestras por qué te llamo mi redención. El viento ya no sopla; ya no hace frío. Ahora sólo estamos nosotros dos, entrelazándonos el uno con el otro formando una escalera al cielo, donde siempre tendrás un lugar privilegiado. Un trueno rompe esa escalera, arrojándonos a la fría y yerma tierra. El conductor tose a nuestro lado, diciendo que el bus parte. Te quiero decir algo, pero tus labios me callan. Anonadado te veo partir, preguntándome qué hice para hacer realidad mi sueño, para conocerte a ti.

lunes, 15 de octubre de 2007

Como toda persona que tiene dos dedos de frente estoy preocupado por el medio ambiente. Ya no se trata sólo de recoger las 4 latas que usas cuando te vas de acampada; es un paso más allá. Contaminar no afecta sólo a los peces que se ahogan con los packs de latas de Coca-Cola, sino que quienes se pueden ahogar son nuestros hijos. Cada folio que hayamos gastado; cada botella que hayamos acabado debe ser reciclada. Hay bastantes razones para no hacerlo, como que no hay un contenedor cerca, o que no se va a reciclar. El vidrio que se deposita en el contenedor de reciclaje se reutiliza al 100%, aunque es verdad que el papel no alcanza tanta eficacia. Y por favor, para lo del contenedor lejano pensad simplemente en vuestro hijos. Imaginadlos condenados a vivir con bombonas de oxígeno y trajes semejantes a los vistos en Chernobyl, porque el aire de la tierra no se podrá respirar. O si no, pensad en esos pequeños duendes relegados a vivir bajo tierra, como han dicho algunos científicos, para paliar las consecuencias del efecto invernadero. No volver a ver el sol, que tantos sueños ha inspirado y destruido, ni las estrellas, haciéndonos sentir pequeños, o el viento, que tan vivo que hace sentir. Si seguimos así, lo que les espera a nuestros descendientes no será una vida, será una espera de la muerte. La próxima vez que tengáis en vuestras manos una lata o un vidrio pensad en vuestro hijos o sobrinos, y haced lo correcto. Para saber qué hacer, simplemente teclead "medio ambiente" o "reciclar" en Google. El resto está en nuestras manos, la solución y la culpa. Un saludo, más reivindicativo que nunca.

jueves, 11 de octubre de 2007

Si de algo se vanagloriaron los políticos de turno al presentar estas fiestas fue de los dos conciertos de Héroes del Silencio, la banda de rock más grande que ha dado Zaragoza en su larga historia (si bien los fans habíamos comprado sus entradas 8 meses antes, pero en fín; esto es política) Los medios de comunicación se volcaron con la gira de Héroes, que los llevó por gran parte de Sudamérica y los Estados Unidos, pero cuando faltaban sólo días para la cita de ayer explotaron. La portada de cada diario se dedicaba a los Héroes, con una amplia cobertura seguida por miles de entusiastas, que ayer esperaron una media de 6 horas (yo esperé 4, pero aún así lo vi genial) para disfrutar del reencuentro de la banda después de cerca de 10 años de miradas frías y preguntas en el aire. Todo eso se aparcó cuando anunciaron la gira, y ayer se demostró que siguen siendo el grupo que en los 90 arrasó medio mundo. Durante la introducción (Song to the siren, de Gladiator) el estadio de La Romareda permaneció a oscuras, pero en el interior de cada uno de los que estábamos ahí ardía una llama que se reflejaba en nuestra mirada, y ese fuego explotó en gritos cuando las pantallas que cubrían el escenario se levantaron, poco a poco, para dar paso a la banda que había reunido a 40.000 personas en unas solas horas, en las que se vendieron las entradas. Como curiosidad, cuando iba hacia el concierto vi a alguno que vendía entradas por unos 600 euros (800 dólares), siendo que se vendieron por 40. El dinero y los sacrificios no importaban por volver a ver a los Héroes, que hicieron de esa noche algo único. Bunbury, a pesar de estar enfermo, hizo vibrar al estadio como lo hacían sus cuerdas vocales, que saltó y gritó cada palabra de cada canción. Con canciones como Maldito duende, Iberia sumergida, La chispa adecuada o La herida mi voz se rompía, pero sacaba fuerzas de donde no había para seguir en el ritual. Por 2 veces acabaron, pero volvieron ante la insistencia de la marea negra que los llevó a lo más alto, y no los olvidó. A la tercera huida los gritos fueron más largos, pero fueron callados por los fuegos artificales, que ponían el broche a una noche inolvidable. Para mí sólo les faltó despedirse de verdad cuando estallaron los fuegos artificiales (siempre cumpliendo con su labor, siempre desafiantes contra los dioses), pero los que estuvieron más cerca del escenario vieron que la letra de las canciones aparecía en pantallas para que Bunbury las cantara. Aunque es un héroe en el escenario, y se mueve como nadie, eso no se puede hacer tocando ante 40.000 hermanos. Es lo único que podría empañar la noche, pero aún así fue algo impresionante, único, que recordaré, esto sí, toda mi vida (demasiadas cosas para recordar, me parece a mí) Y esta noche, algo totalmente distinto: Mojinos Escocíos y Los Gandules. Mañana os cuento...

lunes, 8 de octubre de 2007

El sábado comenzaron las fiestas de Zaragoza en honor a la virgen del Pilar, para alegría de todos los fiesteros, y servidor ha estado en ellas desde el principio. Después de escuchar el pregón, y disfrutar del magnífico espectáculo de los fuegos artificiales (hablaré de ellos cuando acaben las fiestas) ya tuve la suerte de presenciar un concierto, en esta ocasión el de un grupo novel, pero que tiene mucho que enseñar: Nena Daconte. Presentaban su primer disco, He perdido los zapatos, y estuvieron geniales, aunque el tipo de música que hacen no esté destinado a llenar grandes estadios. La cantante, Mai Meneses, tiene una voz única, cuyo timbre recuerda un poco al de una niña, pero que me emociona cada vez que habla. Cuando sea viejo, y mi cuerpo se meza inerte con el viento, todavía entonces oiré la voz de Mai, retando a todo el público con su "buenas noches, Zaragoza". Cuando cierro los ojos todavía recuerdo su cuerpo, balanceándose blandiendo el micrófono y su voz como únicas armas contra nuestro cierzo, que amenazaba con arruinar el recital. Entre canción y canción, aprovechaba para gritarle todas las veces que podía guapa, y en una de esas ocasiones se inclinó en mi dirección, ya que era el único chico que estaba cantando y saltando entre la marabunta de quinceañeras pintarrajeadas. Fue un gran concierto, al menos para mí, y lo recordaré durante mucho tiempo (quizá no me acuerde cuando sea viejo, igual me he pasado). Si queréis escuchar alguna canción de ellos, os dejo un enlace a mi canción preferida (Idiota) en Youtube, pero si quieréis cualquier otra, miráis en Wikipedia y la volvéis a busacr en Youtube. Y si os gusta, ya sabéis, compraos el disco, que si no no habrá más Nena Daconte. Un saludo, aunque sea con afonía.

viernes, 5 de octubre de 2007

Ya estoy harto de ser diferente. Sí, puede ser muy bonito y gratificante que te digan que eres único, que eres una persona diferente, pero no puedo con ello. Digo esto porque hoy en el instituto ha pasado una anécdota que si no hubiera estado yo hubiera sido sólo eso, una anécdota para contar a los amigos y reírse un rato. Resulta que al sentarnos en nuestras sillas una compañera mía ha encontrado un estuche abandonado, y en vez de dárselo al profesor por si venía el propietario, va y se lo echa a la mochila. La cosa no acaba ahí, porque en el descanso lo ha sacado y con otros amigos ha estado robando y repartiendo las pertenencias que el pobre chico o chica estará buscando. Por más que les he dicho, no he conseguido nada, y me he enfadado como hacía tiempo que no lo hacía. Al principio pensaba que era con ellos, pero más tarde me he dado cuenta de que con quien me he enfadado ha sido conmigo mismo, por no hacer como ellos y por ser el único que ha pensado en el propietario. ¿Por qué diablos no seré como ellos, despreocupado, pensando sólo en aprobar el siguiente examen con un 5 raspado y disfrutar el fin de semana? Estoy cansado de nadar contra la corriente, porque no me quedan más fuerzas y no avanzo. Soy el único que ve lo que realmente pasa, o quizá es que veo gigantes donde solo hay molinos. No lo sé, pero ya empiezo a estar harto, y no me voy a quedar de brazos cruzados.

jueves, 4 de octubre de 2007

POR FAVOR QUE ARREGLEN YA GOOGLE O LO QUE SEA QUE ESTÁ FALLANDO, QUE YA SON 500 PERSONAS LAS QUE ENTRADO AQUÍ POR ERROR, Y LUEGO PASA LO QUE PASA:


Y las que se equivocarán...
Perdón por el retraso (esto está empezando a ser habitual), pero he sido raptado por los presocráticos y los sofistas por culpa de un examen de filosofía. Después de mis penurias (el apeiron es lo que tiene) estoy aquí otra vez (las malas hierbas nunca mueren). Me he puesto a leer unos blogs y he encontrado un artículo que realmente me ha impactado. Lo encontré en el blog de sexydaisy (lo tenía que poner, lo siento), y me ha parecido muy interesante. Como ella dice, el silencio puede ser bueno o malo, todo depende del contexto. Lo único peligroso de usar el silencio es que tienes que conocer muy bien con quién hablas puesto que puede ser fácilmente malinterpretado. Sólo mucho años de relación dan lugar a una complicidad en la que el silencio pueda convertirse en una palabra más. Sin embargo, tampoco conviene abusar de él, ya que el interlocutor puede llegar a pensar que no sabes de lo que te está hablando, o que simplemente pasas de él. El silencio puede llegar a ser más poderoso que los gritos, pero como todo lo verdaderamente importante en esta vida solo unos cuantos saben apreciar esa música que se escucha cuando nada suena; esa conversación que ningún labio pronuncia; ese amor que sólo los corazones expresan. Gracias a sexydaisy por ese post, y gracias a todos aquellos que callan para dejar que los demás se equivoquen. Un saludo para todos, y hasta pronto.
 

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