miércoles, 28 de septiembre de 2016

Miénteme y di que todo irá bien. Cuéntame una vez que este mundo resistirá, que tiene leche y madera para sostenernos durante unas cuantas generaciones más, cuando ya me haya convertido en un simple nombre en la lección del colegio. Por favor, ciérrame los ojos ante los árboles fundidos, las piedras rasgadas como el velo del templo. No puedo dormirme pensando en que mañana estará más cerca ese asteroide, ese tsunami, esa trampa mortal construida minuciosamente por el ser humano. El fin tiene fecha. El suelo se agrietará como nuestras pieles, ajadas bajo un sol sádico. Las sociedades caerán, la cultura morirá ante el hambre y las violaciones en masa. Solo habrá un camino desierto, un páramo que nunca termina; el desierto devorará nuestras retinas. Ni tú ni yo seremos nunca más personas; solo perros disputándose los huesos de nuestros muertos. Nosotros veremos el fin de este mundo. Olvida tus artes, tu electricidad o tus palabras huecas. Llegará un día en que hablar no sea necesario, porque no habrá una realidad que queramos nombrar. Entonces nos arrancaremos las lenguas para no tener que pronunciar más la tortura a la que llamaremos vida. Y la muerte... la muerte no vendrá, porque también habrá desaparecido de este planeta. Los días se harán angostos como un océano de áspera arena. Los niños serán ancianos encorvados por una culpa que no fue suya ni fue original: fue tuya y mía. Veremos sus ojos secos y querremos matarlos, querremos matarnos y no podremos. Siempre fuimos unos cobardes, incapaces de cambiar lo necesario. ¿Cómo sajar los tumores si no nos atrevimos a desinfectar la herida? Solo aspiro a haber olvidado estos días con la llegada del apocalipsis, que el primate olvide los mapas y las ideas. Por favor, que muera la esperanza y podamos abrazar todos el dolor más salvaje, más sincero, más merecido. Porque este infierno lo seguimos creando a diario tú y yo. Saborea las llamas.

lunes, 19 de septiembre de 2016

El compás del próximo segundo explota
en el centro de mis ojos
desatando una explosión nuclear que lame mis huesos,
mis blancos huesos.

Todo yo soy blanco, todo yo no es
sino un cuerpo fabricado por entregas quincenales en cartón
y papel maché.
Construido sobre frases vacías y palabras rimbombantes
como maché.

Mírame y verás el mundo explotando,
como explota todo a tu alrededor.
Ni siquiera sabes cómo será la siguiente
estrofa del poema
o qué coño quiero contar con frases
cortadas
en versos aleatorios como la misma vida.

Una vida que, por momentos, se antoja demasiado viva.

Renuncié encontrar el mando de mis días
porque no podría pausar la jugada.
Una mirada en tercera persona tampoco arroja
luz sobre mis entrañas, oscuras y anegadas.
Solo Google puede leer mis textos, unas palabras
que no están hechas para el oído humano.

Unas palabras que nadie leerá,
las únicas palabras libres que he creado.

Nada de lo que he creado puede ser libre.

Trabajar de sol a sol no es problema
si puedo refugiarme en las estrellas de tu rostro,
dos bolas de gas ardiendo y devastando las cucarachas
como ninguna otra arma sería capaz.

Porque este gemido del final, este pequeño patrón
similar al de una nana,
solo te lo susurro a ti, acariciando mis labios
a tus pequeñas orejas enhiestas,
hablando como nunca, sintiendo como siempre
lo que retransmiten tus neuronas
y los poros de tu piel, abiertos para mí y
mi ansia infinita de conocerte más,
de conocer cada bacteria de tu colon.

Porque todos somos lo que sale de nuestro colon,
lo que entra en nuestra boca,
lo que bombea nuestro corazón.

Y todo eso es lo mismo: no se crea ni se destruye.

El amor es imperecedero,
como todos nosotros
en la noche de los tiempos.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Hace tiempo que comprendí que no quiero coros celestiales que me muestren la alegría de vivir porque os tengo a vosotros. Hace tiempo que la iglesia acabó con el estudio de los tronos y querubines porque sobraban: era evidente que los ángeles debían poblar la tierra para que los pudiésemos mirar, ojalá los pudiéramos ver al menos una vez antes de morir. Cómo explicar lo que significa la vida a alguien que nunca ha tenido su dedo índice abrazado por cinco pequeños lobitos que anhelan un último cuento donde todo encaje. La única forma de vencer los problemas es crear historias para mentes jóvenes, que todavía no se han cerrado a la educación. Todos vamos a morir y no hay nada que nos salve de nuestro final, ni siquiera esa mirada que nos roba el corazón sin apenas parpadear. Pero esos ojos son los únicos que iluminan mi corazón, los únicos que despiertan en mí una ilusión por un futuro no tan quemado en una tierra no tan devastada. En ese pequeño tórax caben todas las esperanzas que ya murieron en mí, una humanidad que no cumplió con mis expectativas pero lucharé para que pueda tocar las suyas con esos dedos diminutos. Errores y más errores que atesora un padrino en lucha eterna, alejando los problemas y dolores de su padawan más frágil y, por tanto, más prometedor. Queda un futuro que quemar muy lentamente, sin soltar la hoguera por mucho que el fuego lama los dedos. Que mis callos protejan tu corazón por siempre, lejos de arpas y sueños letales.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Por ti y la felicidad de tus ojos.
Por tus piernas balanceándose, una alegría
que recorre todo tu cuerpo hasta llegar a nosotros.
Una sonrisa manchada de chocolate,
dos diminutas manos aferrando un tesoro que se derrite:
la vida.

A diferencia de nosotros, tus bocados sí marcan la presa
y el cazador.
Todo está pasando, los minutos se lanzan ardiendo
por la ventana.
Pero sabes despreciar la banal urgencia para abrazar
la vital importancia:
un negro trofeo por tareas cotidianas que sabe a gloria.

Porque has conseguido lo que nosotros nunca saborearemos:
un laurel real en esta cárcel de futuros y riesgos.
En cada trémolo de tu cuerpo admiro la belleza de la libertad,
una felicidad serena que debemos adorar en vacaciones
y en las efímeras tardes de invierno.

Un brindis por ti porque eres todo lo que puede traer la vida.
Un buen trago por ti para nunca perder de vista la vida.
 

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