lunes, 28 de mayo de 2012

Cierras los ojos y vuelve a aparecer esa maldita melodía. Ya no me puedes perder. Tratas de escuchar otras canciones, pones la música tan alta que casi te sangran los oídos pero no hay forma de sacarla de lo más hondo de ti. Puedes ir al extranjero, componer nuevas canciones o enfrentarse al monstruo más gélido que haya existido. En el frenesí de la batalla pasará a un segundo plano pero la melodía seguirá ahí. Tu cerebro dará un paso atrás, se centrará en el problema o la celebración de turno y respirarás tranquilo. Pero a la semana siguiente, a la verbena siguiente, volverá y no podrás hacer nada para huir de ella. Te deleitarás en finos auditorios con sinfonías cuya perfección no podrás soportar. Te revolcarás con un buen riff de guitarra y una batería que te sacuda las entrañas. Bailarás hasta tocar el suelo y, una vez más, ella estará ahí, mirándote con esos planetas brillantes y sonriendo con la dulzura convertida en blancura. Te esforzarás por sacarte la maldita melodía durante otra semana pero será demasiado tarde. Y en realidad, no quieres borrarla de tu cabeza porque cada noche contemplas esa partitura una y otra vez, deseando que la cantante venga a tu apestada ciudad

lunes, 21 de mayo de 2012

Construir pirámides para ídolos apócrifos, saboreando su falsedad. Buscar hoy el sol, mañana la luna y el miércoles otra vez el sol. Enfadarte por un empujón y sonreír por un mordisco. Sentarte en el suelo y sonreír cada vez que la oyes reír. Buscar una excusa para pasar por delante de la panadería y remolonear dos segundos oliendo su fragancia. Aprender, aprehender, conocer, callar. Asentir cuando alguien se equivoca y luego disfrutar de unas cervezas, brindar. Buscar pelea y luego dejar que te sujeten. Escuchar una canción en bucle hasta que las palabras brotan más allá del significado, del orden y de la belleza. Encontrar la verdad en un abrazo borracho, un calambre en el pie o una bofetada premeditada. Acento andaluz, risas cómplices, ipso facto. Siempre alguien a tu lado. Volver a casa y sumergirte en una preciosa pompa de jabón que nadie romperá nunca. Dormir en el sofá y enfadarte cuando alguien te cuida. Cantar una canción hasta que te rompe la garganta. Dar saltos sin pensar que mañana todo dolerá. Sí, mañana todo cambiará y todo será terrible. El mundo podrá hundirse o explotar pero no me importa. Hoy es un gran día.
 

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