miércoles, 31 de agosto de 2011

Que todo acabe. Que el tiempo corra, vuele, huya; lo que sea, pero que pase. Que los días y las noches vuelvan a diferenciarse y no sean un recuerdo cortado por luces fluorescentes y palabras escritas. Que los autobuses dejen de pasar ardiendo, abarrotados de personas fingiendo comentar las noticias. Que la música deje de sonar solo en mi cabeza, una explosión más en Hiroshima, que se abra y vuelva a inundar las aceras y las melenas que ondean sobre edificios pintados. You're asking me will my love grow. I don't know. Que las conversaciones vuelvan a ser cara a cara, y no por teléfono o por pantalla. Que el sofá vuelva a ser parte de mi reino, que mis pies descansen en algún momento en lo cima, ya que el resto de mi cuerpo la da por perdida. Que todo desaparezca, y el mundo pueda descansar. Que los padres recuperen su vida mientras los niños se divierten en centros concebidos para divertirse. Que los jóvenes bailen y beban en sitios planeados para beber y beber. Que los ancianos descansen en instalaciones construidas para descansar hasta el descanso eterno, y para que descansen las conciencias de sus familias. Que desaparezcan los relojes, los números, las sirenas y los timbres, los bolígrafos. Que todo se borre, menos el viento. Que siga soplando, como ayer y como mañana
 

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