miércoles, 15 de marzo de 2017

Crece y abandona todo. Venga, sí, cómprate un coche y una hipoteca y la vida que salía en la portada de la semana pasada. Eso es lo que siempre has querido: lo que les gustaba a los demás. Los sueños de la infancia son solo eso, fantasías, pero no tan horribles como las intensas luchas de la adolescencia contra un mundo modelado por cocaína y billetes. Abandona ya ese rollito de oenegés, coches eléctricos o transbordos de autobús. Por favor, ¿quién coño escribe como dice la RAE? Preta los dientes y afronta lo que sea. Trabaja más y más para pagar un par de metros más, un cuarto en vez de un primero; sufre ahora que lo bueno vendrá después. Ella no es el amor de tu vida, pero nadie lo tiene; hasta Busta y la otra se han divorciado. Pero, eh, tú no te olvides de subir fotos a Instagram y celebra tu alegría. Además, la tuya tiene un buen par de tetas y presume de ellas, que es lo más importante. Vende tus recetas y tus bíceps. Humilla a otro para subrayar tu asombroso tórax. Pero no seas superficial y cultiva siempre la cabeza: un peinado rompedor es fundamental para no ser un cualquiera. Quema ya tus poemas de adolescente frustado y pajillero, depura solo tus contestaciones afiladas cuando traten de dirigir tu vida. Venga, asume responsabilidades, invierte tu dinero en los ladrillos que nos estamos comiendo todos y madura de una puta vez. Olvida la alternativa: tu cohete consume mucho combustible y no te va a llevar a ninguna otra parte: tu mesa seguirá anclada en el fango. Vamos a por ese crédito, valiente, que solo entonces serás un hombre.
 

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