viernes, 23 de agosto de 2013

Equivocarse no es darle al enter al escribir una entrada. Eso puede englobarse dentro de "juguemos con la serendipia para pensar que tenemos una misión". Equivocarse es conocer esa misión y no hacerla, o creer conocerla y defenderla con fe. Si fueses normal, te repites una y otra vez, pero ¿quién te crees para pensar que no lo eres? No, ya sabemos que no es superioridad, o al menos no la ceguera egocéntrica habitual, pero sí crees que debes cumplir con una misión. Que solo tú sujetas el fiel de este mundo torcido, trucado. Sabes que en el fondo estás llamado a hacer grandes cosas, llevan repitiéndotelo desde que eras un niño. Pues bien, sácatelo de la cabeza porque el mundo no es un teatro, la vida no es una película. Todo se reduce a un cronómetro y las brazadas nerviosas que des para mantenerte a flote. Lo demás es el sueño que inventó el capital para hacerte sentir único. Tu peluche, tu castillo, tus joyas, tu coche. Todos somos jodidamente iguales, los gustos nos diferencian para que no nos demos cuenta de que somos clones, mismas mentes en cuerpos de diferentes tamaños. Hoy en día, escogemos nuestra vida de un menú cerrado de opciones y filtros; esa es nuestra libertad. ¿Cómo ser diferentes cuando todas nuestras acciones se listan en el Necronomicón? ¿Cómo ayudamos a los demás si solo pensamos en nuestras propias experiencias? Si alguna vez encuentras la respuesta, grítame. Me estaré alejando para ver algo.

miércoles, 21 de agosto de 2013

La vida no es más que un sendero de pistas, de acertijos enrevesados y esfinges que acechan tras tus lágrimas. La vida te lleva por caminos jodidamente raros, imposibles de descifrar si estás solos. Cuando te apoyas en los demás, cuando descubres que tienes 6 piernas más, solo entonces llegarás lejos. Da igual cuántas tonterías hayas dicho o cómo de perdido te hallas. Cuando tienes buenos amigos, cuando puedes confiar en otros pulmones y otros ojos, entonces la vida brilla como ningún cielo lo ha hecho jamás. La radio habla de ti, los bares abren para ti y las entradas no son instrumentos de control, sino medallas que lucir orgulloso durante toda la vida. Tumbarse en el suelo, pintar huevos o dejar cuadernos sin acabar. Allá fuera siguen las prostitutas de labios pintados, gritando tu nombre para atarte a su cama. Los coches siguen saliéndose en la misma curva, directos al cementerio y al olvido. Pero las golondrinas vuelven, no se celebran los años sino los meses y los anhelos más absurdos. Ya no hay aviones, besos tristes ni abrazos ausentes. Solo un cálido interior, más allá de cualquier ciudad.

lunes, 12 de agosto de 2013

Construyes un castillo, pero soy yo quien querría fabricar una fortaleza de cristal en torno a ti, un escudo que te protegiera del dolor. Sí, el dolor enseña, pero prefiero que aprendas con esos enfados de engañifa antes que con un corazón roto. La muerte forma parte de nuestras vidas, lo que daría por que tú nunca lo descubrieses. Me descubro pensando en que ojalá nunca llores al subir a un autobús, nunca acaricies tu mejilla pensando que lo hace otra persona o huelas un perfume por la calle que te lleva a diez años atrás, de donde nunca quieras volver. Sé que debes hacerlo, sé que si no saltaras estas vallas nunca llegarías a la meta ni cruzarías la salida, pero es que el mundo te depara tanto dolor... La vida es maravillosa y plena, tal y como está, pero daría mi vida para que tú fueses diferente. Que el dolor fuese una palabra recurrente en toda canción, que las lágrimas solo te sirviesen para completar una rima. Que la muerte solo le ocurriese a tus muñecos. No te estoy deseando una vida menos plena, y por supuesto no te hablo con superioridad porque mi vida me haya dado un doctorado. Mi modestia es sincera; solo te hablo así porque te quiero, y creo que lo mejor para ti y para todos nosotros sería disfrutar más y sufrir menos. Aun a costa de aprender menos. Pero como la vida es solo lo que pasa, te deseo fuerza y sabiduría para saber apoyarte en los bastones oportunos, porque siempre los tendrás ahí, como yo los tengo. Ojalá te mantengas siempre joven, siempre risueño aunque la primavera llore por su hijo muerto.
 

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