lunes, 26 de julio de 2010

Hay noches y noches. Noches en las que todos te miran, noches en las que lloras mientras dentro sigue la fiesta, y noches grandes. No porque haya mujeres, o dinero, o grandes lujos, sino porque estás con alguien que quiere estar contigo, y estás a gusto. Podrías estar en mil sitios, y en todos estarías bien, pero justo en ese momento estás ahí, y eres feliz. Feliz porque estás con un amigo con el que puedes compartir todo, buenos y malos momentos. Un amigo que te muestra que una noche que prometía ser un bodrio se convierta en una velada para recordar hasta la muerte. Eso sería un amigo normal, pero yo tengo un gran amigo, y esa noche lleva ya durando más de un año, desde que empezamos la carrera. Un amigo que te quiere (sin mariconadas) y con el que irte de fiesta o a llorar siempre que quieras. Un amigo que no pide nada, y que siempre da todo. Un amigo que no se merece una entrada, ni siquiera un blog, sino todas las palabras que se puedan escribir. Un gran amigo.

lunes, 19 de julio de 2010

Sigue andando. Ya no sabe cuánto hace que camina. Se ha convertido en un mero arquetipo, en una imagen que el tiempo y los malos escritores han destrozado. Pero aun así, él sabe que es verdadero. Es verdadero porque existe, porque ha saltado precipicios y resistido tormentas, porque se ha abandonado al llanto y porque no ha sobrevivido a una noche solo. Y sin embargo, está aquí. Hace mucho tiempo atrás, cuando salió de casa, se preguntaba si estaba vivo, si vivía su vida o se dejaba llevar por los sueños y pretensiones de los demás. Todavía no está en condiciones, pero sí sabe que está un poco más cerca de sentirse vivo que antes. Aunque ahora nadie hable de él, y todos lo miren con sorpresa cuando se sienta a la mesa, ahora siente cómo navegan sus dedos por el viento, y cómo el sol quema los pelos de su brazo. Los pocos pelos que tiene. Todavía no sabe mantener una conversación, ni en qué piensan las mujeres, pero se atreve a salir de la cálida moqueta. Ahora todas esas horas en solitario le sirven para darse cuenta de que es mejor que algunos. No muchos, ni siquiera bastantes, pero algunos. Y no sonríe por ser superior a los demás, sino por sentirse dentro de una escala. Se siente feliz porque comienza a hacer lo que quiere, a hacer lo que han hecho otros; el camino que todos han recorrido, y por tanto nadie admira, menos él. Vence los fantasmas que siempre le atormentaron, abraza a las personas que siempre amó, y no habla con las que siempre odió. Y todavía tiene sueños por delante, algunos alcanzables, otros polvos de estrellas. El caminante se sienta tranquilo, porque ya venció la primera etapa, y aunque está cerca del final, todavía queda una larga ribera, fresca y verde.

Ut mno qriet senm tuy

sábado, 10 de julio de 2010

Cerrar puertas, ventanas y ojos, cerrar todo lo que me trae el mundo exterior, y rezar para que así desaparezcas. Cavar un pozo hondo, romper piedra y oro, y enterrar allí todo lo que siento por ti. Que la carne se pudra, que las ropas se ajen y la madera muera en las fauces de los gusanos. En la calle la gente ríe, grita, sopla vuvuzelas y se baña en fuentes, mientras yo recorro las habitaciones de esta casa, buscando un hueco en el que no estés, una estantería en la que no haya un recuerdo tuyo. Cajas, fotos, libros, todo te pertenece; apenas me atrevo a tocarlo, por miedo a que me vuelvas a hechizar y vuelva a dejar de respirar. Me da igual el pulpo que adivina resultados, me da igual la cigarrera de contrabando, me da igual cada piedra que soporta el peso de esta casa, solo me importas tú. Cierro la puerta, cierro las ventanas y cierro los ojos. Quiero ser un monje, que viva la vida sin ti, si es que es posible. Cierro los ojos y lloro, porque renunciar a ti es renunciar a la vida.

martes, 6 de julio de 2010

Existen días malos, días muy malos, y días en los que quieres morir. Días en los que todo es viejo, las palabras ya están gastadas, mientras que los sentimientos perduran, y siguen desgastando nuestro aplomo. Hay días en los que el mundo conspira en tu contra, y tienes que esperar horas sentada, sintiendo cómo se escapa el tiempo, mientras tú estás encarcelada en esa silla, esperando algo que no llega. Pero incluso en esos momentos, siempre hay alguna cosa que te ayuda a salir adelante, un mensaje o una llamada que te hace sonreír en medio del autobús, una expresión que te obliga a reír, mientras la gente a tu alrededor se vuelve a mirarte. Siempre hay personas que te ayudan en los momentos tristes, siempre hay almas que sienten cuándo necesitas su calor, y no dudan en prestártelo. Esas personas rara vez reciben un gracias a cambio, porque ninguna frase, ningún gesto podría resumir lo mucho que le debe el mundo, por cada gesto que realizan a diario. Por eso, por cada pequeño gesto a diario, gracias.
 

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