domingo, 27 de julio de 2014

Los regalos nunca son los átomos que lo conforman, el dinero que cuestan, sino el sentimiento que existe detrás. Solo unos pocos idiotas nos fijamos en lo material. Lo que mueve el corazón, lo que te hace sonreír cada noche, mañana y tarde es que hay alguien que quiere hacer algo que te guste. Aunque no te lo merezcas, aunque nunca des la talla, el regalo está ahí como una foto para aquellos momentos en que dudas de todo. Por eso, los mejores regalos nunca son objetos muertos sino promesas de futuro. Risas y abrazos y hacer lo que nunca hiciste. Y querer volver a hacerlo, una y otra vez: jugar una mano interminable al mentiroso, beber chupitos sin temor al dinero y salud que cuesten, viajar cada fin de semana a un proyecto distinto, sea playa o montaña, para encontrarte con lo mismo. Dar gracias a Dios porque sigue lo mismo a pesar de que todo sigue cambiando. La vida es cruel y horrenda, de eso no hay duda, pero cuando el carrusel está en alto piensas que, de tan irónica, es tremendamente poética. Dejemos las metáforas y los hipérbatos; aquí son las epanadiplosis las que cierran los ciclos y los símbolos, las vigas maestras sobre las que descansa la continuidad de la obra. Los personajes no siempre son completamente redondos; un protagonista plano es la peor de las lacras, pero no me interesa. Lo épico se redefine: mientras que las celebraciones de gol acaban en caídas compartidas, los héroes de verdad muestran el corazón sin aparatajes retóricos o estéticos. Since 1990, busco una historia que contar. No tengo prisa porque sufro mis tramas con los mejores compañeros, protagonismo repartido desde 10 meses a 69 años, de España hasta Canadá. Eso sí, no sabes las ganas que tengo que seguir leyendo(os).

martes, 22 de julio de 2014

Mira, estoy harto de que trates de dirigirme y pretendas conocer mi vida mejor que yo cuando apenas puedes organizar tus sentimientos. No quiero levantarme y engancharme a unos raíles hasta la noche, aunque sus estaciones sean justo los lugares que quiero visitar. Aunque sean los sitios donde debo parar. Es muy fácil aparecer con tu voz desde las alturas cibernéticas para dictar los salmos y los mandamientos, los castigos y las loas eternas a tu inabarcable inteligencia. Tu boca no solo esculpe mi vida; moldea la opinión pública y dictamina lo bueno y lo gracioso. Solo tú rescatas bromas del olvido y fragmentas recuerdos que nunca pasaron. Tiene que resultar muy fácil jugar con las vidas de los demás cuando ves que Ron y Hermione secundan todo lo que dices. La próxima vez que hables de tus actos terriblemente lógicos o de mis reflexiones absolutamente absurdas, mastica con calma tus barrotes en lugar de imponer otros al resto de personas vivas. Si quieres un consejo (de esos que tanto te gusta dar bajo la forma de observaciones inapelables a tu séquito) piensa en la vida que podrías tener si aceptases tu carne y puntos negros. Hasta Freud señalaría con saña este desplazamiento, el vivir en otros sin tener la responsabilidad de vivir. Si hay alguien irracional aquí, esa eres tú.

viernes, 18 de julio de 2014

Ahora solo hay silencio, los cielos restallaron hace ya horas. En medio de la derretible calma, las gotas de días apurados, mismo tamaño y recorrido similar hasta colapsar en la ceja o en una mano vengadora. Entre la rutina de moscas-próximamente-muertas y matar el tiempo hasta que sea respirable, han caído bloques de hielo de arriba. Como todos los años, siempre hay tormentas de verano, pero rara vez cambian las tornas. Por una vez, el verano no era un techo que aplasta nuestros órganos en una masa sanguinolenta de sesos, sueños y sinsentido. Durante un instante, el hilo eterno manchado de barro en el suelo ha recobrado su pulso, ha conectado dos puntos y zumbaba emitiendo una nota. Mayor o menor, eso da igual; no nos podemos poner ahora tan finos. Lo único que importa es que el tiempo ha vuelto a su lugar, los días se han ordenado y hemos podido comprobar que los años no son agrupaciones arbitrarias de cosas, sino un grupo. Y no sabes lo importante que es recordar que hay más días, semanas y meses ahí, esperando a que los vivas, cuando las tardes se funden sobre el sofá mientras las noches queman tus extremidades. El Hormiga de hace años hace un cameo para hundirte; los truenos desgarran el escenario para mostrarte. Abrazos, brindis, carantoñas y distintas estrategias para hacértelo más fácil. No busques un nuevo barroco, pretéritos imperfectos: las fotografías y los vídeos muestran sentimientos, así que quédate con ellos y desprecia la copia. Úsalos solo cuando tu frente perlada arda de odio tranquilo; baila hasta conseguir la lluvia, la salvación.

lunes, 14 de julio de 2014

En esos momentos en que paladeo la vida por mi piel, la luz en mis labios y el tacto de mi pelo, pienso en ti. Cada uno de esos instantes en los que estoy tan contento que creo que puedo ser feliz, cada uno de esos momentos te pertenece por completo. Los pedazos de chocolate en las galletas, los botes de show me your way, las jarras que se suceden entre gente querida y que me quiere, los primeros pasos los primeros esfuerzos por mantenerse en pie... Desde hace casi cinco años, comprendo la tremenda casualidad que es la vida, el regalo y responsabilidad que supone seguir vivo un día más. Por eso, cada noche te saludo aunque no estés durmiendo en la habitación de al fondo, porque sé que estás ahí. Dudo de todo lo posible y de todo lo imposible, no comprendo nada, pero siento que hay algo que antes no estaba; sea un calor, un espíritu o una (falsa) idea, me gusta contar con ella, contigo. Aunque camine paso a paso hacia las tinieblas, aunque cada vez sienta que ayudo menos y ninguno de mis logros importa, siempre te tendré ahí. Una toalla sobre el estómago, una mano en la frente, una sonrisa en mi interior. Mientras escribo me duele la arena que se me escapa entre los dedos, los sentimientos que antes podía mostrar y ahora no son suficiente. Bueno, nunca lo fueron, pero ahora queda claro que las palabras no reflejan nada de la luz que me enseñaste. Pero ahora he aprendido a cambiar los homenajes. Ya no escribo poesías que construyen un artificio que vanagloria más al autor. Me sigo sentando apoyado en la columna, en silencio, dejándome fluir; tampoco deja de ser más egoísmo. Lo único que, por ahora, encuentro sincero, es reservar 30 segundos de preciosa vida, pura alegría con amigos borrachos de tacto y sentimiento y miradas, familiares enfrentados en partidos de tenis o en la lista de la compra, todo tipo de seres que me demuestran que estamos conectados. Porque allá donde algo bueno sucede puedo sentir tu sonrisa, tu abrazo, y solo puedo pararme unos segundos para devolvértelo.

domingo, 6 de julio de 2014

Nunca se acaba la tarea. Por supuesto, no es eso lo que te enseñan en el colegio. Ahí todo un fin y un objetivo (a veces estos dos términos significan lo mismo y a veces no). Cuando te sientas y encarnas esa mesa verde, todo mundo se explica en base a unas coordenadas cartesianas. Los temas se cierran, los exámenes te sellan la frente. Hay más, más otros. Esa persona sentada frente a ti, más grande en una mesa más grande, lo sabe todo. O lo sabe su libro, pero da igual porque ambos son uno; nunca te lo cuestionas. Llega el calor y se fríen los números y se derriten las montañas y tu cerebro solo retiene la programación de los canales infantiles. Blossom contra Hora de aventuras. Un año más, un poco de lo mismo más profundo, pero no te lo parece porque lo olvidaste o lo recuerdas tan bien que crees que es lo mismo. Mismas ordenadas y mismas abcisas. El título, la firma del rey, el dinero que pagar por conseguirlo, todo se encuadra en base a x e y (siempre sentí en mi interior la e entre ambas, una letra mediocre entre dos creaciones que trascendieron, que brillaron). Fuera del colegio, descubres que siempre hay más, más profundo. Mejor. Ahora no te evalúan por cantidad, datos y razonamiento para resolver problemas, sino calidad, siempre superar a alguien, a ti mismo o a la historia. Oh, por favor, que nunca tengas que enfrentarte a la historia. Siempre te evaluarán y además te recriminarán que tendrías que ser tú quien se evalúe. El plan Bolonia no es sino la vida puteándote dentro y fuera de esa aula. No existe meta ni objetivos ni metodología porque no sabes qué quieres, lo tienes que saber tú pero nunca lo sabrás, ni cuando mueras. Nadie sabe nada cuando muere. Ponte camisa, sonríe y bebe. Cocina rico y sano, besa fuerte pero suave. Por favor, nunca aceptes los consejos de nadie porque nadie será tú. Lo importante es mirar hacia atrás y ver que el camino no tomado sigue ahí, nevado y dorado, perro y caballo. Porque cuando no te des cuenta, cuando sostengas con más fuerza la pértiga, sentirás la llamada. Tu mano pequeña tirando de mi, pidiéndome porque te miro desde arriba. Moveré tus pies, perderé contra ti, te pegaré y dejaré que me odies, pagaré tus vicios (primero juguetes y luego bebida; solo bebida, espero) para poder escucharte cuando sufras. Aprende porque descubrirás que todos esos conocimientos no eran para hacerte más sabio, sino para enseñar a los siguientes. Por favor, que nunca se acabe esta tarea.

martes, 1 de julio de 2014

Después de un buen libro, es la vida quien parece plana: sin color, sin personajes tan profundos ni frases que, aun siendo enormes, suenan naturales, como la vida real que ha dejado de serlo un poquito. Da igual los chistes, las caricias ni las bofetadas porque todo lo que llega no te afecta a ti, sino a la nebulosa en que te encuentras; parece que el mundo del libro te ha creado, sus palabras todavía se derraman en cada poro de tu piel. De hecho, suspiras al pensar en los protagonistas porque ya son parte de ti, de tu cuerpo y tus ojos, te han cambiado como un golpe más de cincel que poco a poco transforma el bloque en algo con forma pero siempre inacabado, siempre a la espera de unos ojos que no sean una oscuridad con brillos ocasionales. Durante una vida, muchos son los libros que se quedan en un mero ejercicio físico de pasar páginas, mientras que las de otros son espinas que sajan las heridas para que puedan respirar, para que te puedas encontrar aun sin esperar un resultado; un buen libro nunca te ofrece algo cerrado, porque te ofrece vida. De un modo u otro, nuestras manos nunca son las mismas al sostener un nuevo libro; sin darnos cuenta, el anterior ha cortado una falange o lavado una vieja magulladura. Desde que coges un libro, cómic, novela o sueño eres otro, eres mil otros y diez mil sentimientos que nunca encontrarás caminando con tus piernas. solo De esa manera comprenderás cosas que es mejor comprender, posiciones que convendría obviar, ideas que no deberían escapar del mundo de los sueños, de nuestros párpados arenosos.
 

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