domingo, 27 de septiembre de 2009

Te quiero. No sonrías así, no me gusta, me hace daño. La desidia hiere más que el acero. Mil veces. Vine solo a decirte que eres el nudo en mi garganta, las mariposas en mi estómago, el sombrero de paja. Cada metáfora eres tú. Cada nota, cada adoquín, ahí estás tú. Y por eso doy gracias al cielo, porque estás. Me da igual ser la mosca que un rapero, porque tú estás. Cuando tomo apuntes, debo controlar la mano para que no dibuje tus ojos. Cuando respiro, debo tener cuidado para no gritar tu nombre. Cada paso que me ha traído aquí, hasta la habitación 502, ha sido una palabra tuya. 502 palabras, no todas dichas, ni siquiera todas reales, pero tuyas. Por mi camino he recogido mechones de pelo, labios resecos y escamas. Ahora muero en el marco de la puerta; deseo decirte que el sol brilla para que tus ojos reluzcan, que el viento silba para despeinarte, pero solo me observas por la mirilla. Esto es un juego sin final, pero tampoco tiene principio. Todo es un flujo de vainilla y hielo, un río de cerezas. Todo viene y va, todo gira y vuelve a comenzar, pero hay cosas que permanecen enarboladas por algunos locos. Como por ejemplo, un te quiero.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Hoy seguimos con conversaciones con amigos. El otro día estaba hablando con unos amigos sobre la palabra bohemio. No sé cómo, salió esa palabra, y se sorprendieron de que la calificara de insulto. Antes, un bohemio era un verdadero artista, despreocupado de la reacción de los demás, solo centrado en su obra. Sin embargo, ahora los que se llaman bohemios son aquellos que solo buscan que la gente les aplaude. Han construido una fachada que "mola", utilizan el arte como una forma de atraer a grupis deseosas. Además, suele pasar que los bohemios se autoproclaman como tales y se adueñan de escenas bucólicas, como tumbarse en la carretera, cuando en realidad el arte no es así. Odio a los bohemios a muerte, son los especímenes que más detesto. Yo no soy nada, pero me gusta el arte, necesito el arte, y odio la gente que utiliza el arte para hacerse notar, para atraer más chicas al asiento de atrás. Odio que muchas personas solo vean las poses al pintar, las camisetas molonas del batería en el concierto, y no vean más allá. Odio que el arte se prostituya y se convierta en luces de neón para moscas indecisas. Odio a los bohemios guays, y amo a los artistas que no se lo creen. Un abrazo.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Hay canciones que son más de lo que dicen, más de lo que cuentan, aunque muchas veces ni siquiera lo sepamos ver. Un ejemplo de esas canciones es With or without you, de la que ya hablé. Hoy voy a hablar de otra gran canción que tiene para mí otro gran significado: Bohemian Rhapsody, de Queen. Evidentemente, no soy tan estúpido como para creer que este es el concepto en el que pensaban los autores, pero es el concepto en el que pienso yo. Bohemian Rhapsody, para mí, trata sobre la vida. Todos los cambios de ritmo, de intensidad, marcan cambios en la vida. La canción arranca con los 4 miembros (Freddie Mercury, Brian May, John Deacon y Roger Taylor) cantando a coro, a capella, muy lentamente. Como el niño que todavía no ha nacido, que vive en sintonía total con su madre, se pregunta sobre lo que ve, lo que siente: ¿Es esta realmente la vida, es pura fantasía? Poco a poco se une un piano, las voces se desdoblan, se contestan: el niño nace. El piano, como una nana que duerme al niño, sirve de acompañamiento a Freddie, que canta suavemente sobre el dolor, sobre la muerte, como la madre que alerte al niño, pero siempre con dulzura. Aparece la batería, el niño crece y sale de casa, tiene amigos. Suenan unas campanillas, el niño quizás se enamora de su amiga, de su vecina. Brian May a la guitarra, la fuerza del niño supera el cariño de la madre, se transforma de repente en un adolescente. Cambia la música, es la parte más caótica, más extraña. El piano, antes suave, ahora es cómico, extraño. El adolescente no tiene a nadie, pero todo el mundo le asombra, le defrauda. Todo el mundo es su guía, durante dos días. Miles de voces, pero sin sentido, necesita un referente. Rayos y truenos, sombras de hombres. No hay luz. Pero el chico es fuerte, y aprende del dolor. La batería, la guitarra, el sufrimiento, todo se convierte en su apoyo, en su fuerza para afrontar el mundo, y madura. Se hace un hombre, se enfrenta a los que le oprimieron. Tiene fuerza, tiene valor para enfrentarse a todos: Así que pensaste que podías apedrearme sin más. Pero el tiempo pasa, las fuerzas se van, y poco a poco envejece, aunque cuando comienza a darse cuenta sus dientes ya duermen en un vaso. La guitarra pierde su fuerza arrebatadora, se acerca a una melodía de misa. Vuelve el piano, pero esta vez como el bastón que acompaña al anciano hasta su tumba. Nada me importa en realidad. Las notas son cada vez más lentas, los latidos son cada vez menos, hasta que desaparecen. Al final, el legado es siempre el mismo. El viento, que aparecía al nacer, vuelve a aparecer al morir. La canción, como la vida, es siempre el último suspiro, el último mensaje: Anyway the wind blows. El viento sopla, se lleva las cenizas del anciano y acaricia el pelo del recién nacido. Un círculo cerrado, que comienza y acaba con la muerte, y que comienza y acaba con Mercury, May, Deacon y Taylor cantando a la vez: el dolor y la alegría unen al hombre y marcan la vida.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Daniel Powter - Bad day

 

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