lunes, 26 de mayo de 2014

Conseguir la libertad cuesta demasiado esfuerzo para perderla en el primer revoloteo de falda. He sufrido las cadenas hasta sentirlas como mías, he interiorizado la retórica del esclavo para ver que solo hay una fuente de luz y tengo que amarla. Mis ojos se han abierto poco a poco, mis músculos se fortalecieron hasta matar todos y cada uno de los grilletes. Mi moral ya no necesita grillos, solo campo que recorrer. Hasta ayer abrazábamos con fuerza a la lideresa, sus dos caras eran necesarias para existir, un amor que justifica cualquier dictadura. Pero ahora he podido levantarme y comprobar que mi cara sonríe sin su presencia, que mi corazón bombea más sangre sin sus caricias en mi cabeza. Y ahora he decidido arrancarle el cetro por completo, construir un prado más verde; podemos. He subido los escalones hacia el trono y no estoy solo, sé que la guardia no puede pararnos a todos, pero nos entra el miedo. ¿Estamos haciendo lo correcto o destruyendo lo único bueno que había en el mundo? El miedo se ancla en los poros clave de mi piel y vuelvo a sentir los escalofríos que me hicieron adorarla. Ella vuelve a reírse, su doble cara barbuda, porque siempre me tendrá. Me obligo a ponerme de pie porque el camino ya está recorrido y sé que es lo correcto. El futuro siempre da miedo, imaginar algo fuera de aquello que nos han educado, que hemos vivido siempre. Una vez que nuestro corazón depende de otra persona resulta aterrador decirle adiós. Pero así debe ser, pienso otra vez de rodillas.

jueves, 22 de mayo de 2014

Nos creímos tan fuertes como héroes
de una galaxia muy, muy cercana.
Atravesamos océanos congelados,
rompimos ojos de fuego enquistados
en garras de dragones.

No queríamos,
pero nos despertamos.

Vivimos en una ronda de guiñote
hasta la próxima siega.
La eternidad es una sala de espera,
el infierno somos nosotros mismos,
el tridente, un dedo enguantado.

Y descubrir que solo escupimos fuego.
Nuestras manos eran garras
que arrojaban al vacío a los demás.
Nosotros incendiamos el bosque,
destruimos el hospital y nunca
cocinamos sino odio.

Por eso masco la máscara
y chupo otro chute, nunca como el primero.
Rezo cada noche y espero
pero ya es tarde. Ya soy yo.

lunes, 19 de mayo de 2014

Y llegamos y vimos que era bueno. Sin dar gracias al señor nos fuimos al bar de la esquina, mucho más profanos en nuestras acciones de gracias (aunque el matiz religioso aparece cada noche). Golems de piedra inmutables, masas de carne que se desbordan sin transmitir sentimiento ninguno; solo logran suscitar pena en aquellos corazones menos áridos. Eterno niño que nunca quiere crecer y marcha a jugar con los de su edad, 20 años más jóvenes. Pero en el centro de todo, escorado en una esquina, el patriarca sigue organizando el juego, dispone las cartas y construye las reglas según ve a los jugadores. Por eso todo funciona, porque todos somos predecibles y obramos de acuerdo con los designios divinos. Nada es tan malo como pensamos porque, al final, la familia de verdad sale y te abraza durante unos cálidos segundos. Ojos húmedos o sonrisa afectuosa, alabanza nítida o palmada en la espalda y comentario igualitario. Poco importa porque la verdad venció sobre vestidos ajustados y falsos hijos. Y los cielos se abrieron y el tiempo se detuvo; solo corrían las risas y el oro líquido. Personas que nunca se perderán; otras, descubres, nunca han existido, solo son elaboradas imágenes que intentaron venderte. Pero da igual, porque tengo familia, tengo maestro, tengo predecesores y sucesores, tengo gente que da la vida por mí aunque nunca lleguen a cobrarla. La suerte de contar con una buena educación que lleva a pensar igual que otros tres cerebros, distinguir lo bueno de lo malo de lo ridículo. Y, sobre todo, el milagro de haberla tenido y haberla querido todo lo que pude, no todo lo que se merecía y se sigue mereciendo. Me seguiré esforzando durante los próximos cien mil kilómetros.

sábado, 10 de mayo de 2014

Necesito saber que alguien siente ahí fuera. Alguien se debate con las palabras, las fuerza y acaba llorando, porque nunca logran que digan lo que quiere. No solo las palabras, sino las miradas, el baile y la comida. No quiero que nadie más odie el verano; ¿alguien quiere mi corbata? Puedo pensar hasta que creo estar soñando, exprimo mi cerebro hasta licuarse, se derrite por mis dedos y se une al ordenador, eterno actante ingrato. Y aun así, no creo nada nuevo, todo está dicho, pero nadie ha dicho lo que yo quiero decir. Mi enunciado está ahí fuera, con otros sujetos y predicados hasta que deja de ser mi frase, pero es la misma que aparece en el encerado. Cuando hablo, no soy yo. Cuando escucho, todas las ideas son mías, pero ningún latido a mi compás, ninguna mirada vive en mi dimensión. Fuera comen, ríen y sujetan piernas. Tratan de educar a seres inferiores que aprovechan nuestras normas para usarnos como mayordomos. Abre y cierra ventanas, pincha hasta ver sangrar, porque el gris domina todo. El gris, el bello gris, tu único compañero. Deja de crear y piensa con método. Recupera tus gemelos, tu horario y el orden lineal. Deja el desierto y súbete a las vías. Tengo sorpresas para ti.

domingo, 4 de mayo de 2014

Cuando miramos, no vemos lo que existe frente a nosotros. Pero tampoco penetramos mucho más al reflexionar sobre lo que ha pasado, intentar construir el elefante a partir de los testimonios de los pobres ciegos. Ahí fuera la vida se desarrolla con sus propias reglas y explicaciones, con demasiada frecuencia totalmente ajenas a nosotros. Ni siquiera siguiendo el corazón vamos a encontrarle un sentido a sonrisas seguidas de insultos, llamadas a medianoche tras rechazos a mediodía. Aun viajando a lugares remotos o locales clandestinos a perfeccionar nuestras artes, aunque nuestra lista de éxitos llene memorias de miles de juglares, nuestro saber práctico no constituye una ciencia sobre la otra persona, sobre lo que quiere. Tras compartir seis, 35 o mil años con alguien, seguiremos sin saber qué le ha llevado a darnos un puñetazo. Nunca vamos a comprender el mundo, cómo piensa la persona que nos susurra al oído. Por eso solo nos queda conversar con el Otro, delimitar una parcela sobre la que construir un mundo común. No es fácil porque el lenguaje es violencia, son cadenas que se clavan hirientes sobre la carne flácida de la realidad, ajena a nuestra misión. Somos vagabundos jugando a peleas de almohadas, americanas mudas, cantantes en fiestas de guardar. No somos nada en nosotros mismos, por eso tiramos de la telaraña hasta nuestros otros nosotros, el resto de personas de nuestra vida, el resto de nuestra vida.
 

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