sábado, 28 de febrero de 2009

No quiero que me cuentes nada, no quiero que vuelvas a sufrir recordándolo todo. Solo abrázame, y llora. Llora por ti, llora por mí, llora por el dolor. Llora por todos los que no pueden llorar, llora por todos los que ahogan su llanto en la almohada, y salen de su cuarto con una sonrisa. Llora por todos los que no pudieron llorar, por todos los que secaron sus ojos. Tú llora, que yo estaré aquí, yo siempre estaré a tu lado, esperando a que te levantes del dolor, y me ames. Tú duerme, prometo que este dolor se irá, que mañana solo me verás a mí, solo verás a un amigo, pero un amigo que te ama. No, no intentaré tocarte. Solo quiero que seas feliz, y para que seas feliz tienes que llorar. Llora, que yo estaré aquí para recoger tus lágrimas.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Soplaban vientos de muerte. La hierba seca crujía bajo sus pies. Ella corría ajena al dolor de las viudas, al llanto de los huérfanos. Sus patas se movían armoniosamente, y yo podía observar, como la serpiente en el Edén, la belleza de sus músculos en movimiento, la torsión de su cuello cuando el viento le traía un perfume familiar. Nunca ladraba. Aullaba siempre que estaba sola. Era un llanto desgarrador, pero bello en el dolor que contagiaba a mi alma. Cuando estaba sola, gritaba a la luna que volviera su cara, que fuera una compañera, y no una espectadora. Su pelaje era blanco y canela. Siempre vi en ella un regalo, algo que no se había buscado pero que apareció en un recodo del sendero. Sin embargo, no controlaba sus juegos. Todo eran golpes. Golpes y gritos. Gritos y llantos. Llantos y golpes. No sabían quién era en realidad. Sólo yo la vi esa mañana de invierno. Mientras todos estaban fuera, yo pude sentir en ella todo lo que el mundo vedaba. En sus ojos pude leer la más honda y sincera súplica que podré recordar. Cuando cierro los ojos veo los suyos, mirando siempre expectante, anhelante. Si fueran de mujer no serían más bellos. Cuando me acerco a ella, su rabo golpea el suelo con el calor de la tierra, su corazón late caliente bajo la piel con el calor de la tierra. Por favor, que alguien sienta en ella el calor de la tierra.

lunes, 23 de febrero de 2009

Este es el artículo que escribimos unos cuantos alumnos al profesor que tuvimos en 3º y 4º de Primaria, cuando teníamos 9 y10 años y todo era ilusión. José María transformó esa ilusión, esa vitalidad propia de la infancia en interés, en curiosidad, en amor por todo lo que nos rodea. Por eso este homenaje, por eso todo lo que hago.

Cuando nos pidieron que escribiéramos sobre José María lo primero que pensamos fue que era nuestra oportunidad de darle las gracias por todo lo que ha hecho por nosotros. Si hemos llegado a ser algo, y si nos hemos esforzado cada día por seguir adelante, fue gracias a él. José María era un profesor diferente, que nos enseñó algo más que datos y fechas, o lo que es lo mismo, sólo aprender. Nos enseñó a relacionarnos con el mundo, nos enseñó valores que podemos aplicar a nuestro día a día, nos enseñó incluso una profesión (agricultura), y sobretodo, que aprender es comprender.
Si hoy nos acordamos de José María, es porque hizo del estudio algo divertido. Todos íbamos a clase con ganas de aprender algo nuevo, porque cada clase era una aventura. El conocimiento no estaba sólo en los libros, sino que todo lo que nos rodeaba era fuente de sabiduría. José María hizo de cada materia un juego: jugando a componer palabras con letras sueltas aprendimos a no cometer faltas de ortografía; con cartas de las provincias españolas aprendimos geografía; con operaciones de cálculo mental aprendimos matemáticas; cantando una canción, aprendimos el orden de los planetas; gracias a una buena comprensión lectora, hemos aprendido algo más que leer, aprendimos a leer entre líneas; con una colleja bien dada, aprendimos educación y respeto en todo momento; y gracias al concurso de la letra más pequeña aprendimos a hacer chuletas. Pero recordamos, sobretodo, las “luchas” donde nos divertíamos compitiendo por contestar el primero.
Si hoy nos acordamos de José María, es porque desarrolló nuestra imaginación, nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos. Gracias a las miles de redacciones que nos mandaba, no sólo aprendíamos a redactar, sino también a crear, a imaginar mundos donde todo es posible, como vacas volando. Mundos donde volcábamos nuestras fantasías y expectativas. Gracias a las clases de plástica aprendimos a convertir un simple folio en blanco en un mural de muchos colores, trabajando juntos, algo que no podíamos hacer solos.
Si hoy nos acordamos de José María, es porque nos enseñó a trabajar en grupo, nos enseñó que juntos podemos llegar donde no podíamos llegar solos, quién iba a decir que seríamos capaces de fabricar una depuradora con simples piedras y algodones, quién iba a decir que haríamos un mural que todavía hoy decora nuestra escuela, quién iba a decir que juntos haríamos el belén más grande que se ha hecho en la escuela, hecho de simple plastilina, pero repleto de ilusión. La clase entera era un grupo, que si trabajaban juntos conseguían un “récord” que adornaba la clase. Pero el mayor ejemplo fue el huerto, mantenido prácticamente por él, en el que trabajábamos todos y en el que disfrutábamos todos.
Cada año los esfuerzos de José María se han visto recompensados con los generosos regalos de los padres y de sus queridos alumnos. Hasta ahora todos los regalos que ha recibido no han sido suficientes, y este artículo no recompensará tampoco todo lo que hizo por nosotros. Pero José María, si queremos decir todo lo que hemos vivido contigo, necesitaríamos reunirnos y volver a disfrutar todo lo que compartimos.
Gracias por todo lo que hemos vivido contigo y las alegrías que nos has dado durante los dos cursos, para nosotros eres como un segundo padre.


Tus ex-alumnos de la generación del 90

jueves, 19 de febrero de 2009

Hoy iba a escribir sobre algo triste, algún problema que se me cruzara por la cabeza, pero no he podido. Con este sol debería ser un delito ponerse triste. He escrito igual veinte líneas, y las acabo de borrar. No me gustaban, no era yo. A decir verdad, tenía en la cabeza lo que me dirían al día siguiente, cuando me encontrara con los que habitualmente leen este blog. Por favor, si tenéis un blog y queréis escribir sobre vosotros mismos, no se lo digáis a quienes veis a menudo. Gusta que te digan que escriben bien, que tienes un trasfondo oculto, pero solo gusta al principio. Pronto empiezas a escribir condicionado por tus lectores, solo que en este caso los lectores son de carne y hueso, y los ves cada día. No sé si los periodistas o escritores sentirán algo parecido con sus escritos. Quizás esto es aprender día tras día. Yo pienso que es venderse, prostituirse. Yo empecé a escribir con 6 o 7 años, creaba historias para sentirme mejor. No volvía a escribir hasta los 16, cuando emborronaba papel con los típicos comecocos de los adolescentes, solo que entonces ya había leído mucho, y empecé a escribir algo menos visceral y más elaborado. Poco después comencé a escribir relatos que ganaron los premios literarios del instituto, y era feliz. Miraba los escritos de mis 16 años y me ponía colorado, todo era arrebatador, extremo, total. Amor o muerte. Ha pasado el tiempo, tengo un blog y ahora encuentro auténticos esos poemillas, y trato de convencerme de que lo demás no es falso. No puedo leer poesía, porque me parece falsa. No puedo escuchar baladas, porque me parecen falsas. ¿Y qué coño es lo verdadero, lo que solo puedo leer yo? ¿Eso es el arte? No, eso es desahogo, y es algo diferente del arte. Ambos son emociones en estado puro, pero el arte es transmitir esas sensaciones, y el desahogo es escribirlas y tirarlas por el retrete. O al menos eso es lo que quiero pensar. Por mi bien. Un abrazo

miércoles, 18 de febrero de 2009

Para celebrar el fin de exámenes, y sobre todo el fantástico fin de semana (aún estoy recuperándome) os dejo con uno de mis propósitos: aprender a bailar tango. Sé que algunos de mis amigos me han visto intentar bailar, pero era una tabla con patas y alcohol. Hoy os dejo la mejor escena de un gran película, Perfume de mujer, con el siempre genial Al Pacino, que ganó el Oscar por esta película. Esta escena consiste en el que el protagonista, un veterano de guerra ciego y deprimido, saca a bailar a una mujer, y qué baile puede ser sino el tango. Sé que estaréis hasta las narices de vídeos del omnipresente Youtube, pero esta entrada se la debía a los periodistas, por esos bailes. Espero que os guste.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Y cogerte, y abrazarte con fuerza, respirando tu perfume por cada poro de mi piel. Solo sentirte a mi lado, tenerte, sentir tu calor, sentir tu energía, la que necesito para seguir adelante. Te veo siempre, pero las fotos y los carteles no me traen su esencia, solo el dolor de no tenerte. Necesito besarte, sentir esos labios que veo con los ojos cerrados, enredar mis dedos en tus rizos, dejar que mi mano recorra toda tu geografía. Echo de menos tu voz, tus palabras que sueltas aisladas, como las burbujas del champán, que suben en silencio hasta explotar en el borde de la copa. Veo cada día tus ojos, tu boca, tus orejas, toda tú se me presenta cada día, y si no lo hace voy a buscarla, tecleo nervioso en el ordenador hasta que te encuentro, y entonces respiro, y pienso que solo quiero cogerte, y abrazarte con fuerza.

lunes, 2 de febrero de 2009

Dejad el bolígrafo, cerrad el libro, recoged los apuntes, y descansad un rato. Reíd, saltad, corred, haced todo lo que queráis durante al menos media hora. El estudio seguirá esperándoos. Si necesitáis un impulso, aquí tenéis 1234, de Feist. ¡Abrazad, besad, amad!



Os prometo que no vuelvo a repetir el numerito de telepredicador, mi próxima entrada será un poco más seria.
 

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