miércoles, 25 de febrero de 2009

Soplaban vientos de muerte. La hierba seca crujía bajo sus pies. Ella corría ajena al dolor de las viudas, al llanto de los huérfanos. Sus patas se movían armoniosamente, y yo podía observar, como la serpiente en el Edén, la belleza de sus músculos en movimiento, la torsión de su cuello cuando el viento le traía un perfume familiar. Nunca ladraba. Aullaba siempre que estaba sola. Era un llanto desgarrador, pero bello en el dolor que contagiaba a mi alma. Cuando estaba sola, gritaba a la luna que volviera su cara, que fuera una compañera, y no una espectadora. Su pelaje era blanco y canela. Siempre vi en ella un regalo, algo que no se había buscado pero que apareció en un recodo del sendero. Sin embargo, no controlaba sus juegos. Todo eran golpes. Golpes y gritos. Gritos y llantos. Llantos y golpes. No sabían quién era en realidad. Sólo yo la vi esa mañana de invierno. Mientras todos estaban fuera, yo pude sentir en ella todo lo que el mundo vedaba. En sus ojos pude leer la más honda y sincera súplica que podré recordar. Cuando cierro los ojos veo los suyos, mirando siempre expectante, anhelante. Si fueran de mujer no serían más bellos. Cuando me acerco a ella, su rabo golpea el suelo con el calor de la tierra, su corazón late caliente bajo la piel con el calor de la tierra. Por favor, que alguien sienta en ella el calor de la tierra.

3 burradas:

Gory dijo...

otra actualización, otra obra de arte. Yo no he actualizado, mañana te explico.

Anónimo dijo...

por fin comento, y no es para menos. preciosa actualización, en serio me ha encantado.
No se arrepiente de haberlo dicho:
una ferviente admiradora :)

Mermeladademoras dijo...

Muy bonito el texto, es lo que tienen esos ojos que a veces te dicen más que los de cualquier persona, no necesitan las palabras. Nosotros no sabemos entendernos tan facilmente, si así fuera, el mundo funcionaría mucho mejor. Un beso

 

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