jueves, 19 de diciembre de 2013

En el jardín de los imposibles una campana de cristal protege un tallo. No en el centro, no el tallo más bello. Un brote de rosa sin florecer, y nunca lo hará. Hay cosas que acaban antes de empezar, palabras que no nacen en el momento adecuado y saben que ya nunca lo harán. La lluvia moja la ropa antes siquiera de empezar a secarse. ¿Vale la pena recogerla o no? Del esfuerzo dedicado a cada prenda, de la esperanza depositada en poder vestir mañana, ya no queda nada. Todo murió antes de empezar. La rosa no floreció, ni siquiera esbozó un tímido color. Nadie verá en ese brote una rosa. Nadie excepto el jardinero que la abonó, regó y abrazó; una mañana, varias noches, un fin de semana entero. La naturaleza no crece con buenas intenciones, con frases excesivamente cordiales para encerrar un sentimiento que desborda. Recoger moras no puntúa para la gran final horizontal. Y sin embargo, ahí estuvo el jardinero, a punto de entrar en el selecto club de campeones. Pero fracasó, desperdició cada competición por no entender bien el juego y solo recibió dos besos en la mejilla. Ahora frecuenta los bares, la orquesta toca Moon River y su cara sigue sin ser más que un folio arrugado. Pero cuando el sol calienta sin excederse, cuando la humedad es apacible y el viento respeta a los más débiles, todavía se acerca y abre la campana de cristal. Vierte su aliento cálido, masajea la tierra siempre húmeda y compromete su vida a una causa. Pero la ropa nunca se secará.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Y Abraham tomó la mano de Isaac
y le llevó al monte solitario
mientras su hija, escondida, miraba; 
no se atrevía a respirar, permaneció inmóvil

Cuando un ángel gritó por la masacre
la hija de Abraham alzó su voz

Entonces el ángel le preguntó cuál era su nombre. 
Ella dijo: "No tengo ninguno"
Y él preguntó: "¿Cómo puede ser esto?"
"Mi padre nunca me dio uno"

Y cuando la vieron alzarse contra la masacre, 
la hija de Abraham levantó su arco
"¿Cómo te atreves, niña, a desafiar a tu padre?"
"Será mejor que dejes marchar a Isaac"


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Que sí, joder, que rompas de una puta vez el castillo. Tira los bloques de construcción, derriba la torre más alta que jamás habías construido. ¿No es eso lo que querías? Aísla cada pieza, que no quede ni rastro de tu creación. Espárcelas por el suelo y pisotéalas. Tríturalas con un mazo y aspira el polvo, métete una buena raya que termine de reventarte el cerebro. ¿Querías ver si aguantaba la torre? Bien, ya has visto cómo soportaba lo sobrehumano: huracanes y tifones, mareas y la canícula más agotadora. Y ahí estaba la torre, sin resentirse, todavía más brillante. Pero tú no querías la torre, solo buscabas su límite. Porque algún límite tenía que tener, eso está claro. Ahora que se ha caído no hay ni rastro de expresión en tu cara. No pain, no gain. Mucha estupidez, mucha pérdida. De hecho, ni siquiera ahora que lloras el desastre, añoras la torre. Solo echas de menos su forma en el vacío. Un espacio que habías llenado, no con cosas de valor, pero con cosas, al fin y al cabo. Ahora sientes una brisa fría y tienes que caminar sobre aristas emponzoñadas. Ojalá no tengas cerillas con las que orientarte y tu piel saboree al fin algo adulto de verdad.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Cuando me acuesto,
me tapo hasta la nariz y te miro.
Pienso en ti y digo
que te quiero.

Entre chupitos,
la barra mojada, todo se desborda;
pienso en lo poco bueno en mí,
brindo por ti y por que me devuelvas
la mirada
desde cualquier espejo.

El frío corta mis labios,
el viento me apabila
pero siento las orejas cálidas.
Sueño que aún las resguardo en tu seno;
sonrío y bendigo el frío.

La manta se nota vacía,
pero no está tan vacía.
Llorar con una película es triste,
pero sentir las lágrimas es bonito.
Ayudar, sentirme útil, es algo básico
porque tú me lo enseñaste.

En lo bueno siento tu mano
y en lo malo tu abrazo.

No necesito fotos, vídeos o cuadros
para recordarte
porque te llevo dentro de mí
y en cada paso puedo sentirte.
Sonrío una vez más
y sigo caminando



martes, 3 de diciembre de 2013

El reloj ya no dispara,
su ametralladora no ruge
sino que regala sillones, instrucción
y flores de papel.

Las paredes no se pintan, se viven.
Caminas por la calle y te paras en los escaparates,
solo para mirar(te).
El consumo como proyección del yo,
por fin comienzas a construir(te).

Nunca escribiste para los demás,
solo para ti.
Que a otros les gustase, eso es colateral.
Aprendiste a vivir(te), a mirar(te).
ya has aprendido a posar(te).

Pero no (te) engañes.
Nada de esto va sobre ti.
Gil de Biedma, Burroughs y esa chica,
todos lo entendieron antes que tú.

Mañana no eres tú, no son los demás.
Mañana pasa estés o no estés.
La intimidad como último reducto:
solo posees lo que callas, lo que proteges.
Déjalos que devasten la playa pero
guarda entre las manos
la última lata de cerveza.

 

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