jueves, 28 de febrero de 2013

Ni siquiera pena. Es un sentimiento demasiado intenso como para que lo suscites tú. Es una sensación de abandono, de ligera lástima, similar a la de un atardecer perdido. Pero como más. Hay personas que tienen lo que se merecen; no sé si serás una de ellas, pero nadie te defenderá nunca. Hay muchos tipos de prostitución, pero en todos ellos el cliente forma parte del ensueño, nunca grita para que la burbuja no explote. Tú eres diferente y por eso he aprendido algo de ti: todo lo que no quiero ser. No quiero acabar con una soledad impuesta, sino elegida, si es que al final ese es mi camino. El cuerpo es parte de mí, no un lastre ni un pecado con el que todos cargamos. Parece que nadie puede ser tan ingenuo, pero siempre me sorprendes cuando se trata de la conspiranoia que te rodea allá donde vas, siempre todos contra ti. Cargas con unas pesadas gafas de prepotencia, de ira reprimida, de odio contra el mundo porque nunca supiste encajar en él. No porque no hubiera sitio para ti, sino porque nunca lo quisiste tomar, porque siempre había otra cosa para ti. Cuando hables con alguien de igual a igual, ya verás como todo mejora. Cuando escuches y no solo hables, cuando te sorprendas y no solo te rías, cuando des las gracias porque realmente sientes que debes darlas, entonces cambiará el mundo. Por mucho que reces, sonrías o hagas el bien, el mundo seguirá siendo una mierda pero sabrá mucho mejor. Y no tendrás que comprar a alguien que te la trocee.

domingo, 24 de febrero de 2013

Cras, cras, cras. No son hojas secas lo que pisa, ni pedazos de algo roto. Es gravilla, pequeños pedazos que conforman el camino que lo llevará hasta el mar. Años y años soñó con la mochila, con las botas y el bastón, hasta que un día vio que estaban guardados en el armario; solo había que cogerlos. El balance de la primera semana es claro: ni las ampollas le atormentan ni la mochila se eterniza. El peor equipaje es aquel que no pesa, el que no se lleva sino que se reconstruye. Como dijo un supuesto sabio, lo contrario de la existencia no es la inexistencia sino la insistencia. Las dudas, los miedos, los odios y las pasiones se quedaron en lo alto de la montaña, congelándose con el hielo. No hay música, no hay diálogos ingeniosos ni personajes nominados al Oscar. Solo está él, que sigue caminando feliz porque ahora ve la ruta, siente la meta en su frente y algún día llegará. De hecho, ni siquiera le preocupa cumplir su sueño porque ha aprendido la gran lección: después siempre viene algo más, nada termina en sí mismo. La imagen sí, la foto que les gustará a todos tus amigos en Facebook, eso estará ahí. Pero en tu corazón sabrás que las instantáneas que merecen la pena son rostros, espejos de algo más. Paisajes a los que la realidad no hace justicia. Un latido que siempre se adelantará a las palabras. Por eso, solo por eso, sabe que este no es un sueño impuesto por la publicidad, el Otro o la presión de grupo. Sabe que es suyo porque nunca lo medirá, lo pesará o lo retratará. Simplemente lo vivirá y lo paladeará hasta que la tiniebla inunde sus ojos.

domingo, 10 de febrero de 2013

Las botas contra la grava como un hueso al troncharse, el mismo sonido armonioso de retronasal perturbador. Transmite seguridad, caminas sobre la muerte sin quemarte. Los barracones se inundan en un olor a orines y miseria, entre miradas de terror y odio. Los más estúpidos todavía se creen superiores, con la victoria de los perdedores que solo puede otorgar la moral. ¿Pero qué coño es la moral, sino un invento para degradarnos? Su estrella o nuestra esvástica, da igual, somos lo mismo. Nosotros vencemos, ellos agonizan sin tratar de cambiar. Son como nosotros, personas que no merecen ningún castigo. Sin embargo, no puedo pensar sino lo que me mandan. No soy libre, ojalá pudiera no golpear, no disparar, no escupir. Pero siempre habrá una boca que hable de mí, una bota que me pise, una bolsa que espera mi cuerpo. Por eso la moral está fuera de este campo. Dentro de la alambrada no hay voluntad, ni individuos. Son números, somos uniformes. Ambos trabajamos sin pensar, solo realizamos tareas mecánicas. Y sin embargo, me gusta quedarme al final, esperando al rezagado que probará mis botas y que regará la tierra por última vez. Aunque esté yo solo, aunque no haya boca o bolsa para mí. En esos momentos soy feliz cumpliendo con las normas establecidas, si bien podría ayudarles, quedarme al margen. Pero no, son las reglas y yo debo cumplir con ellas. La culpa es suya, yo no tengo nada que ver en este exterminio. Solo soy un brazo más.

jueves, 7 de febrero de 2013

Vistes tu miedo a la muerte con andrajos, con retazos de periódicos amarillentos y revoluciones de ayer. No te cuesta respirar por tu cuerpo, por la vejez; tu problema no se puede medir porque eres tú. Cuando caminas te pavoneas altivo, con la misma soberanía que un planeta y sus satélites. Tus mollas tiemblan igual que tú, los ojos no ven más allá de tu pasado por muy gruesos que sean los cristales. Sin cuello, sin hombros, sin ninguna seña de autoridad que desconozco si algún día tuviste. Solo ese tufillo a desprecio y superioridad mal fingida, solo tu odio a ti mismo reflejado en los demás. ¿Quién coño compra cigarrillos sueltos en un chino? ¿Es que somos jodidamente idiotas o qué? Venga, no me hables de un mundo más justo ni de que luchaste por mi libertad porque ahora mismo tú eres su única verja. Puedes pagar un cuerpo y poseerlo durante unas horas pero nunca el pensamiento, ni mucho menos una sonrisa sincera. Ahora que he aprendido a cultivarlas, ¿crees que la voy a arrojar al barro, entre los cerdos? No soy tu amigo, no soy tu hermano, no soy tu compadre, no soy tu nada. Si quieres cortar billetes en pedacitos y arrojarlos al viento hazlo; es el único dueño de todo. Pero a mí déjame en paz, porque tu estrella de tres puntas solo apunta el vacío de tu interior, que algún día atropellarás. Espero que llores cuando los libros ardan en la hoguera, sin nadie que los mire.
 

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