jueves, 28 de febrero de 2013

Ni siquiera pena. Es un sentimiento demasiado intenso como para que lo suscites tú. Es una sensación de abandono, de ligera lástima, similar a la de un atardecer perdido. Pero como más. Hay personas que tienen lo que se merecen; no sé si serás una de ellas, pero nadie te defenderá nunca. Hay muchos tipos de prostitución, pero en todos ellos el cliente forma parte del ensueño, nunca grita para que la burbuja no explote. Tú eres diferente y por eso he aprendido algo de ti: todo lo que no quiero ser. No quiero acabar con una soledad impuesta, sino elegida, si es que al final ese es mi camino. El cuerpo es parte de mí, no un lastre ni un pecado con el que todos cargamos. Parece que nadie puede ser tan ingenuo, pero siempre me sorprendes cuando se trata de la conspiranoia que te rodea allá donde vas, siempre todos contra ti. Cargas con unas pesadas gafas de prepotencia, de ira reprimida, de odio contra el mundo porque nunca supiste encajar en él. No porque no hubiera sitio para ti, sino porque nunca lo quisiste tomar, porque siempre había otra cosa para ti. Cuando hables con alguien de igual a igual, ya verás como todo mejora. Cuando escuches y no solo hables, cuando te sorprendas y no solo te rías, cuando des las gracias porque realmente sientes que debes darlas, entonces cambiará el mundo. Por mucho que reces, sonrías o hagas el bien, el mundo seguirá siendo una mierda pero sabrá mucho mejor. Y no tendrás que comprar a alguien que te la trocee.
 

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