lunes, 14 de julio de 2014

En esos momentos en que paladeo la vida por mi piel, la luz en mis labios y el tacto de mi pelo, pienso en ti. Cada uno de esos instantes en los que estoy tan contento que creo que puedo ser feliz, cada uno de esos momentos te pertenece por completo. Los pedazos de chocolate en las galletas, los botes de show me your way, las jarras que se suceden entre gente querida y que me quiere, los primeros pasos los primeros esfuerzos por mantenerse en pie... Desde hace casi cinco años, comprendo la tremenda casualidad que es la vida, el regalo y responsabilidad que supone seguir vivo un día más. Por eso, cada noche te saludo aunque no estés durmiendo en la habitación de al fondo, porque sé que estás ahí. Dudo de todo lo posible y de todo lo imposible, no comprendo nada, pero siento que hay algo que antes no estaba; sea un calor, un espíritu o una (falsa) idea, me gusta contar con ella, contigo. Aunque camine paso a paso hacia las tinieblas, aunque cada vez sienta que ayudo menos y ninguno de mis logros importa, siempre te tendré ahí. Una toalla sobre el estómago, una mano en la frente, una sonrisa en mi interior. Mientras escribo me duele la arena que se me escapa entre los dedos, los sentimientos que antes podía mostrar y ahora no son suficiente. Bueno, nunca lo fueron, pero ahora queda claro que las palabras no reflejan nada de la luz que me enseñaste. Pero ahora he aprendido a cambiar los homenajes. Ya no escribo poesías que construyen un artificio que vanagloria más al autor. Me sigo sentando apoyado en la columna, en silencio, dejándome fluir; tampoco deja de ser más egoísmo. Lo único que, por ahora, encuentro sincero, es reservar 30 segundos de preciosa vida, pura alegría con amigos borrachos de tacto y sentimiento y miradas, familiares enfrentados en partidos de tenis o en la lista de la compra, todo tipo de seres que me demuestran que estamos conectados. Porque allá donde algo bueno sucede puedo sentir tu sonrisa, tu abrazo, y solo puedo pararme unos segundos para devolvértelo.

1 burradas:

Anónimo dijo...

Ojalá mis seres queridos me recuerden así, aunque también les desearía lo mejor, que se ocuparán de sus vidas con toda la intensidad y emoción, necesarias para que pudiera sentirme si ello fuera posible, tranquila y feliz por ellos. En mi vida les quiero y en mi muerte les deseo lo mejor, toda la felicidad que les quepa hasta que les desborde.

 

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