lunes, 19 de septiembre de 2016

El compás del próximo segundo explota
en el centro de mis ojos
desatando una explosión nuclear que lame mis huesos,
mis blancos huesos.

Todo yo soy blanco, todo yo no es
sino un cuerpo fabricado por entregas quincenales en cartón
y papel maché.
Construido sobre frases vacías y palabras rimbombantes
como maché.

Mírame y verás el mundo explotando,
como explota todo a tu alrededor.
Ni siquiera sabes cómo será la siguiente
estrofa del poema
o qué coño quiero contar con frases
cortadas
en versos aleatorios como la misma vida.

Una vida que, por momentos, se antoja demasiado viva.

Renuncié encontrar el mando de mis días
porque no podría pausar la jugada.
Una mirada en tercera persona tampoco arroja
luz sobre mis entrañas, oscuras y anegadas.
Solo Google puede leer mis textos, unas palabras
que no están hechas para el oído humano.

Unas palabras que nadie leerá,
las únicas palabras libres que he creado.

Nada de lo que he creado puede ser libre.

Trabajar de sol a sol no es problema
si puedo refugiarme en las estrellas de tu rostro,
dos bolas de gas ardiendo y devastando las cucarachas
como ninguna otra arma sería capaz.

Porque este gemido del final, este pequeño patrón
similar al de una nana,
solo te lo susurro a ti, acariciando mis labios
a tus pequeñas orejas enhiestas,
hablando como nunca, sintiendo como siempre
lo que retransmiten tus neuronas
y los poros de tu piel, abiertos para mí y
mi ansia infinita de conocerte más,
de conocer cada bacteria de tu colon.

Porque todos somos lo que sale de nuestro colon,
lo que entra en nuestra boca,
lo que bombea nuestro corazón.

Y todo eso es lo mismo: no se crea ni se destruye.

El amor es imperecedero,
como todos nosotros
en la noche de los tiempos.

 

Copyright 2010 Archivo de las pequeñas cosas.

Theme by WordpressCenter.com.
Blogger Template by Beta Templates.