martes, 23 de octubre de 2007

Los violines siguen sonando lejos de aquí, pero imprimen un ritmo sin fin a mis pies, que no pueden resistirse. Mi corazón va a explotar, pero debo seguir bailando; los violines no han parado. Mis brazos se tuercen en un gesto estúpido, como toda mi coreografía, pero en mi carcasa sólo se refleja esa sempiterna sonrisa, grabada a fuego en mi rostro para ocultar mis verdaderos sentimientos. Así, como si de un muro se tratase, me parapeto detrás de esa muralla a la espera de que este baile sin sentido acabe, pero no lo hace. El contrabajo sigue con su melodía, implacable a las agujas del reloj, cuyo movimiento dejé de observar cuando perdió su significado. La única medida es el compás, y tú eres parte de él. Mientras mis brazos se mueven compulsivamente, como un mono segado por el brillo de una moneda, tu vestido se eleva con gracia sobre todas las botas llenas de barro del exterior. Las arañas de plata confieren un brillo especial a tu vestido de satén verde, que entristece a la misma primavera. En tu faz se refleja una sonrisa que sale de lo más hondo de tus entrañas, reflejándose en ese gesto toda la fuerza que imprimes a este baile dantesco, marcado por el desagrable chirriar de los violines, acuchillados por los intérpretes, únicos sabedores de lo que me espera detrás de ese final apoteósico, en el que toda la orquesta realizará un acorde final. Con ese último dolor acabará mi suplicio, esa espina adentrándose poco a poco hacia mi corazón, pero quién sabe lo que te ocurrirá a ti; seguirás aquí, delante mío, pero inalcanzable, o desaparecerás, como hicieron mis sueños. Pase lo pase, sufriré, que es lo único que puede hacer mi corazón. Los añicos fruto de tu partida desaparecieron, dejando un único pedazo, encargado de hacerme sufrir. No voy a volver a pasar por eso. Despojándome de mi armadura, corro hacia el escenario donde los verdugos y sus finas sogas me esperan y con un gesto seco me lanzo sobre unos de esas cuchillas que abren mis venas, derramando su contenido sobre la fría loza del lavabo. Por fin desapareces; siento frío.
 

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