martes, 24 de abril de 2012

Hay sacrificios que solo puede hacer un padre. Los más duros, los más difíciles, son aquellos que no se explicitan, que nunca se ven porque se dan por hecho. Se da por hecho que un padre dará la vida por su hijo y que cada día se desvivirá por él, pero las aristas de las palabras no muestran ni una pizca de ese dolor. Ni las aristas ni los pies de esas mismas letras podrán expresar nunca el amor de un hijo, ni la deuda sin fin. Por eso sobran las palabras y los gestos. Hay sacrificios que solo puede hacer un hijo, como no dar las gracias. Un sacrificio que no siempre se puede cumplir.


 

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