domingo, 9 de mayo de 2010

Nunca quise ir a LA, el que se va y crece es un traidor, pero el que se queda es un falso dios, otro traidor. Billete azul, billete rojo, dinero que se derrite entre flores azules. Siempre intenté gritar del otro lado, sentir cómo mis dientes quedaban bonitos en el espejo, pero nunca me abrazaste, ni siquiera cuando te hablaba de esa canción. Caras tristes, caras que se dejan llevar, depresión es la palabra que todos quieren decir. Quizás todos tienen que escuchar, tienen que sentarse y mirar cómo les hablo en una lengua que no conocen, y darme cuenta de que sus oídos giran hasta centrarse en el interior. Almas con ojeras, almas que durante un segundo arrugan la nariz, es horrible el miedo incontenible. Iván Ferreiro tiene nombre de dolor, es mejor, ya lo entiendo. ¿Para qué escribir esto? ¿Por qué no soplarlo lejos? Porque los demás lo quieren, y necesito satisfacer a los demás. Los juguetes se aburren contigo, prefieren al hermano de ojos azules, que sí es divertido. Qué caras más tristes. Un toque de campana, un murmullo de gente que se deja ahogar poco a poco, que sienten el frescor del agua subir por el cuello. Ojos rojos de un dibujo de Mingote. Y otros ojos, que brillan, pero no están.

1 burradas:

Miguel Valenzuela dijo...

Sin una triste etiquetilla me es imposible saber de qué cojones estás hablando. Igual cuando lo lea unas cuarenta veces más, entonces te comentaré de nuevo.

Sigue así, perra. Un abrazo.

 

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