martes, 24 de julio de 2012

Una pelota de baloncesto. 
Un amigo fiel, que nada pide y nada ofrece.
La sonrisa grabada, la piel arisca
pero llena de aire y de pasión.
Sí, pasión,
la sientes cuando la coges
con tus manos y te lanzas con ella
al vacío.
3 puntos.
La red vibra. La pelota cae.

Ese mundo comprimido
solo tiene sentido
sentado en tu mimo,
palpitando contigo
y perdiéndose en ese río
que son tus ojos.

Siempre otros.
Siempre fríos.

La pelota aprendió francés, se puso a dieta.
Amó a Woody Allen y a Tarantino.
Lentillas, camisa y moto.
Encarnó tus sueños.

Solo recibió una sonrisa.
Pregrabada.
Arisca.
Falsa.

Lo abandonó todo y volvió a ser la de siempre.
Nunca tendrá lo que quiere
pero al menos disfruta con lo que siente:
tu mano sobre su vientre,
el calor que calma la nieve
aunque nunca detendrá la ventisca.
 

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