sábado, 11 de enero de 2014

Hemos confundido lo cálido con lo caliente, la risa con la sonrisa, la felicidad con el placer. Vivimos en lo cómodo porque creemos que logramos lo que queríamos. Si ese es el caso, vivo tranquilo porque es mi sueño, ¿no? Pero nunca he luchado de verdad por mis sueños. He inventado que mis sueños estaban lejos y requerían de años de sacrificio, años de hacer cosas que no quería directamente. Pero cuando mi sueño se volvía físico, cuando su pelo me atrapaba y me moría por besar sus labios, entonces me amparé en que ese no era mi sueño y debía dejarlo volar. Volar con otro. Porque yo sería feliz viendo a gente volar. Ese camino me lleva directo al banco de migas esparcidas y sentimientos masticados durante años, sin tragarlos ni escupirlos. Una vida en la escuela, enseñando a volar a una generación tras otra. Enseñando a volar, aunque yo nunca aprendí a sentir. Los miro aletear desde el umbral, sonriendo al verlos renquear y ¿feliz? de seguir con los pies en la escuela, sin necesidad de poner a prueba mis alas atrofiadas. Y cuando no sonrío, me enfrío hasta percibir el calor que flota alrededor, el único calor capaz de hacerme sentir feliz.

2 burradas:

Anónimo dijo...

¡Volarás!, sin darte cuenta del momento preciso te hallarás volando y no sentirás temor, las alas son para volar, para volar... solo las alas muertas dejan de aletear.

Anónimo dijo...

El sentimiento no se aprende. Es visceral. Ocurre o no.
Y un miedo sin sentido es el que hace que dejemos a un lado de nuestro camino vital cualquier atadura.
Evitamos el riesgo para verlo reflejado en los demás.
Cómodo, correcto, seguro, aburrido.

 

Copyright 2010 Archivo de las pequeñas cosas.

Theme by WordpressCenter.com.
Blogger Template by Beta Templates.