domingo, 4 de mayo de 2014

Cuando miramos, no vemos lo que existe frente a nosotros. Pero tampoco penetramos mucho más al reflexionar sobre lo que ha pasado, intentar construir el elefante a partir de los testimonios de los pobres ciegos. Ahí fuera la vida se desarrolla con sus propias reglas y explicaciones, con demasiada frecuencia totalmente ajenas a nosotros. Ni siquiera siguiendo el corazón vamos a encontrarle un sentido a sonrisas seguidas de insultos, llamadas a medianoche tras rechazos a mediodía. Aun viajando a lugares remotos o locales clandestinos a perfeccionar nuestras artes, aunque nuestra lista de éxitos llene memorias de miles de juglares, nuestro saber práctico no constituye una ciencia sobre la otra persona, sobre lo que quiere. Tras compartir seis, 35 o mil años con alguien, seguiremos sin saber qué le ha llevado a darnos un puñetazo. Nunca vamos a comprender el mundo, cómo piensa la persona que nos susurra al oído. Por eso solo nos queda conversar con el Otro, delimitar una parcela sobre la que construir un mundo común. No es fácil porque el lenguaje es violencia, son cadenas que se clavan hirientes sobre la carne flácida de la realidad, ajena a nuestra misión. Somos vagabundos jugando a peleas de almohadas, americanas mudas, cantantes en fiestas de guardar. No somos nada en nosotros mismos, por eso tiramos de la telaraña hasta nuestros otros nosotros, el resto de personas de nuestra vida, el resto de nuestra vida.

1 burradas:

Anónimo dijo...

Vemos a través de nuestro mundo interior uno exterior que nada tiene que ver, cierto. Esto nos produce en no pocas ocasiones decepciones y dolor.
La otra opción (ver con los ojos del otro) está reservada para unos pocos seres que siempre parecen ver "más allá".
El lenguaje es un arte, por ello se presta a tantas interpretaciones; como un cuadro, depende de quien lo mira. Pero es nuestro mundo, el que hemos elegido.

 

Copyright 2010 Archivo de las pequeñas cosas.

Theme by WordpressCenter.com.
Blogger Template by Beta Templates.