viernes, 11 de noviembre de 2016

Leonard Cohen era más que un poeta, más que un cantante, más que un hombre. Leonard Cohen es más de lo que podríamos esperar de un mundo en decadencia, necesitado de espectáculo; su verso sereno y su voz cálida nos lleva a un salón de terciopelo para hablarnos de dolor y deseo. Como un sueño lorquiano en el que se suceden formas etéreas, solo que nosotros somos esos mechones de pelo y esas miradas en la estación. Leonard Cohen fue mucho más que un ídolo para mí; le debo buena parte de lo que soy. Leonard Cohen fue el manantial del que bebo para entender mis lágrimas y saborear cada una de mis derrotas. Probablemente, él fue quien me enseñó las profundidades de ser hombre sin renunciar a un complicado juego de sentimientos para recorrer este laberinto y detenerme a disfrutar en cada una de las fuentes. Mis mujeres, mis frases lacónicas, mis guerras y mis muertes: todo proviene de una voz grave hasta rozar el mismo tono de la tierra que nos parió. Lo que nunca esperé es que su muerte no provocara en mí este dolor seco, sin una lágrima que aportara color a esta nota. Mucho he llorado con cada uno de sus poemas, de sus canciones y de sus entrevistas; todavía hoy no puedo permanecer al margen de unas palabras cargadas de tanta vida, al contrario de las cinco mil palabras que escupo para comprar un traje nuevo. Sin darme cuenta he integrado a Leonard Cohen dentro de mí para conseguir vivir sin traicionarme, por eso no me preocupa su muerte. Leonard Cohen vivirá mientras yo pueda hablar o escribir, mientras siga acariciendo y bailando por toda la vida que me ha traído hasta aquí. Gracias a su abrigo azul puedo resistir al frío sin derrumbarme, por lo que seguiré luchando hasta el final de los días y honrando cada uno de mis placeres en su memoria. Muchas gracias por todo, maestro.
 

Copyright 2010 Archivo de las pequeñas cosas.

Theme by WordpressCenter.com.
Blogger Template by Beta Templates.