jueves, 14 de agosto de 2008

Un cohete hace estallar el cielo. Se abre el corral, y las vaquillas salen al encierro, corriendo como aquel que no tiene que pagar una hipoteca, o luchar por lograr un contrato fijo. No muy lejos de ahí, pero alejados de la fiesta, una pareja se ama. Ellos sí que no sufren, sólo albergan un enorme sentimiento por el otro. Ambos se protegen del resto con un simple abrazo, que no pueden penetrar la lluvia o los borrachos. No necesitan del sol que los ilumine; el pueblo entero goza de su luz sincera y eterna, que no se apagará nunca, aunque pasen años desde la última vez que se hablaron, aunque las fotos de los dos hayan sido ya quemadas. Da igual cuánta mierda eche el tiempo encima de ellos. Da igual que se conviertan en la peor calaña. Una vez se amaron, y sólo por eso ya merecen nuestra admiración. Bajo una lluvia de balas en una trinchera, o con la enfermedad atándolos a una cama, no tendrán miedo, porque se supieron amados, y gracias a ello se pueden enfrentar a la vida.
 

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