domingo, 17 de agosto de 2008
Acabo de ver Mensajero del futuro, en inglés The Postman, y me ha dejado una gran huella. Todos los que conozco la detestan, porque les parece simplona o pretenciosa, y que tratan un tema ya muy usado: la libertad. No voy a hablar de ella, porque ya lo he hecho y lo volveré a hacer, sino de algo también muy visto: la bandera de los Estados Unidos. No voy a hablar de historia, sino de los sentimientos que provoca entre los que la enarbolan. Todos los americanos sienten (creo) ese trozo de tela como algo suyo, algo que los representa y que los une por encima de colores o propiedades; se podría decir que los estados Unidos de América son esa bandera, y por tanto recibe el trato que se merece. Sin embargo, en España ocurre algo totalmente diferente: nos avergonzamos de nuestra propia bandera. Cuando alguien la ondea, cuando alguien trata de defenderla, solo obtiene una respuesta: facha. Esa bandera la puso Franco, la que mola es la de la República. Franco fue un dictador que dio un golpe de estado y fue el amo del país durante 35 años, pero ya murió, y esa época es solo un mal sueño, algo pasado. Llegó la democracia, y con ella la estabilidad. Hemos tenido nuestros más y nuestros menos, pero nos podemos quejar, podemos gritar lo que pensamos, y podemos comer y vivir. Esa bandera no es la bandera de Franco, es la bandera de esta España, la España en la que hoy vivimos. Esa bandera se adoptó en 1785, y desde entonces ha habido variaciones, como la famosa bandera de la II República, pero eso es historia. Esa es la bandera de todos los españoles, de la que no debemos avergonzarnos, sino estar orgullosos. Sé que todavía convive el odio entre las dos españas, pero espero que con el tiempo, cuando alguien diga viva España, no se le mirará con temor o repulsa, sino que se volverá a oír, bien alto y bien orgulloso, ese mismo grito de unidad y fraternidad. Espero poder gritar algún día.
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