viernes, 5 de septiembre de 2008
Permanezco de pie en el autobús, para que los demás puedan sentarse, y hasta mi parada observo a los demás. Entre ellos destaca una anciana, que ha hecho del luto una constante en su vida, quizá antes del éxodo del pueblo al gran gigante. La mandíbula le tiembla, no por los baches de la carretera, sino por los de su propia vida. Alza una mano intentando aferrarse a la barra, desde el dolor se alza una bengala que busca vida entre los viajeros, alguien que le preste atención, pero las comodidades de nuestras vidas no nos dejan oír su grito de ayuda; el móvil, el mp3, nuestros propios pensamientos nos alejan de la superviviente al naufragio, que se aferra a una tabla luchando contra la marea del olvido en un asilo. Sólo una persona acude a su llamada, sólo una persona tiene el coraje suficiente para deshacerse de aquello que lo hace mejor a los ojos de los demás, sólo para hablar con ella. Una extranjera, que ha soportado una odisea semejante a la de la anciana, conversa sobre nimiedades, pero puedo ver en sus caras que por encima de naciones o pensamientos hay algo que las une: son capaces de contarse lo más profundo de sus existencias hablando solamente del tiempo o de la Expo. Los años, los sufrimientos, las han dotado de una empatía que nosotros no logramos sino imaginar. Algo deberíamos aprender.
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1 burradas:
Asi pasa cada mañana cuando tomo el tren, cada persona en su mundo con su diario, su mp3, o sus libros, y un monton de niños que van a la escuela hablando de nimiedades y sandeces que parecen sombies repitiendo lo mismo, y no te place escuchar, nunca falta el mendigo pedilon, que se inventa una enfermedad nueva cada dia para impresionarte y le des unos centavos. Es el nuevo mundo, el mundo que pedimos a gritos el pasado siglo, y que hoy nos morimos por dejar. Es la busqueda de la felicidad y la juventud eterna lo que en realidad nos esta deteriorando. y mientras tanto nos tenemos que bajar en la proxima, tal vez la quinta estacion. un beso querido.
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