lunes, 9 de noviembre de 2009
Se hace camino al andar, pero ¿qué pasa si no caminas, si solo ves cómo avanza el paisaje? Sonríes, saludas a la gente que pasa a tu lado, pero todo pasa. Las orejas nublan mi vista, la barba puebla mi mente, pero en el exterior nada cambia. Todo pasa, pero nada cambia en mí. O igual todo ha cambiado, pero nada se muestra diferente. Me escondo tras la cortina, te miro sonreír, te llamo en sueños, pero sigues riendo a otro. Arpa, truenos, tus dientes en mi oreja. Pero nada me toca, nada me mueve. Te digo que te quiero, sonríes y sigues bailando, sigues viviendo. La reacción lógica sería pedir otra cerveza, pero ¿desde cuándo soy lógico? ¿Desde cuándo mis comportamientos son predecibles, comprensibles? ¿Acaso alguna vez no escribí hasta que me sorprendió el sol, no derramé sangre hasta que la luna lloró? Cada vez me respiras, mi casa tiembla. Cada lágrima, cada gota de saliva de escupes al hablar, me pertenecen. Lo sé, y siento que es verdad. Pero necesito más.
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2 burradas:
Sabina alguna vez dijo esto:
"Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar los pecados veniales,
condenar a la hoquera los archivos.
Lo atroz de la pásión es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le siguen dos puntos suspensivos. "
T.
Uno pertenece a ese camino. Cada kilómetro que recorres, se adhiere a tu personalidad. También avanza el paisaje. La danza del caminante y el camino es un azar donde radica una belleza rara e incomprensible. Como Ulises, el viaje deja de ser pura aventura para transformarse en tu propia humanidad. Una de esas aventuras con grandes "Pero", ornamentales y a veces necesarios es el propio lenguaje. En ocasiones, me agrada imaginarlo así.
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