martes, 13 de abril de 2010
Sonríeles. No hagas que la semana sea una sucesión de discusiones en un vía crucis eterno. Sonríeles, pero que no se crean que son accesorios. Hazles pensar que estás ahí porque quieres, intenta hacer ver que apruebas todo lo que hacen, por qué susurras todo lo dicen. Miénteles, pero no les hagas creer que para ti son los reyes del mambo, que morirías simplemente por tener sus ojos. Miénteles, pero no les dejes que se adueñen de ti, de tus días, de tu alegría. Sonríe por encima del barro y del hedor, de las conversaciones vacías y las miradas huecas. Si estás ahí es porque tienes que estar, pero recuerda que tienes que estar porque quieres tener que hacerlo. Recuerda los días azules pasados y futuros, los fuegos artificiales que todavía no han ardido, las borracheras que todavía no han acabado en resaca. Piensa en tus hijos, en tus nietos, y recuerda que tendrás que mirarlos a los ojos, y ser un guía hasta que los defraudes. No te puedes permitir no creer en ti mismo. Pasa de todos, sonríe y deja que sigan viviendo su mundo de mentira. Miénteles, pero nunca dejes que la mentira se convierta en realidad.
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