lunes, 19 de julio de 2010

Sigue andando. Ya no sabe cuánto hace que camina. Se ha convertido en un mero arquetipo, en una imagen que el tiempo y los malos escritores han destrozado. Pero aun así, él sabe que es verdadero. Es verdadero porque existe, porque ha saltado precipicios y resistido tormentas, porque se ha abandonado al llanto y porque no ha sobrevivido a una noche solo. Y sin embargo, está aquí. Hace mucho tiempo atrás, cuando salió de casa, se preguntaba si estaba vivo, si vivía su vida o se dejaba llevar por los sueños y pretensiones de los demás. Todavía no está en condiciones, pero sí sabe que está un poco más cerca de sentirse vivo que antes. Aunque ahora nadie hable de él, y todos lo miren con sorpresa cuando se sienta a la mesa, ahora siente cómo navegan sus dedos por el viento, y cómo el sol quema los pelos de su brazo. Los pocos pelos que tiene. Todavía no sabe mantener una conversación, ni en qué piensan las mujeres, pero se atreve a salir de la cálida moqueta. Ahora todas esas horas en solitario le sirven para darse cuenta de que es mejor que algunos. No muchos, ni siquiera bastantes, pero algunos. Y no sonríe por ser superior a los demás, sino por sentirse dentro de una escala. Se siente feliz porque comienza a hacer lo que quiere, a hacer lo que han hecho otros; el camino que todos han recorrido, y por tanto nadie admira, menos él. Vence los fantasmas que siempre le atormentaron, abraza a las personas que siempre amó, y no habla con las que siempre odió. Y todavía tiene sueños por delante, algunos alcanzables, otros polvos de estrellas. El caminante se sienta tranquilo, porque ya venció la primera etapa, y aunque está cerca del final, todavía queda una larga ribera, fresca y verde.

Ut mno qriet senm tuy

1 burradas:

Yela W. dijo...

Me quito el cráneo ante usted. Me parece criminal que cosas así de buenas se pierdan en el internet profundo.

Un saludo.

 

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