jueves, 17 de febrero de 2011

Elegir no es ganar algo, sino perder. Los campos infinitos, las flores que crecen y mueren, todo se pierde al coger solo un camino. La vida se va atrofiando desde la omnipotencia de la infancia, hasta la tímida dejadez de la vejez. La televisión nos convence, las palmadas en la espalda nos animan, hasta las piedras ensangrentadas nos recuerdan que debemos seguir caminando. Dejamos atrás fases, siempre abandonamos fases, hasta que salimos de la ciudad, de las callejuelas que siempre se cruzan, y nos abandonamos al camino. Dos direcciones. Hay que elegir. La opción cobarde es la del medio, la que no te obliga en principio a renunciar a nada. Pero por supuesto, esa opción no es ninguna de las que querías. Estás en un camino gris, que no tendrá ningún momento de máxima euforia, pero tampoco de llanto absoluto. Has crecido, tus decisiones pesan, y ahora ya no se trata de escoger videojuegos o amigos en el recreo, sino de elegir cómo va a ser el resto de tus días. 30, 40, 50 años dependen de estos momentos, de estos quebraderos. De si realmente eres feliz haciendo lo que haces. De si realmente eres feliz llevando una vida diferente, o una completamente normal. De si realmente vas a meterte dentro de tu cabeza, y ver la luz. Ahora es el momento para decidir el resto de tu vida. Es decir, para perder el resto de las vidas que podrías haber tenido, y que nunca nacerán.

2 burradas:

Anónimo dijo...

Una magnífica muestra de tu creciente madurez personal. Un abrazo.

Miguel Valenzuela dijo...

Quizás el análisis con vocación definitiva, a pesar de su obvia volatilidad, constituya el acto más bravuconamente cobarde, la pretensión de humildad de un tipo encantado de haberse conocido. Me resulta paradójico el empleo de las palabras que has escogido, que construyen un texto que busca claramente la solidez, cuando precisamente trata de transmitir la idea de desamparo y confusión ante cualquier elección; claro, si nos atenemos a entender la escritura como una extensión del yo. Se aprecia un yo inseguro en el contenido y un yo más que decidido en la forma. Aunque claro -de nuevo-, en el narrador no es a ti exactamente a quien se encuentra -desde mi punto de vista- por lo que puede que no sea en tus palabras donde haya que buscar.

Y encima como colofón Amaral.

 

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