lunes, 20 de febrero de 2012

Organizamos puntos de quedada, cómo defendernos las rodillas, la cara. Sobre todo la cara. Porque mañana vendrán y no verán personas sino bultos y pegarán donde puedan. Y donde quieran. Mañana brotará la sangre y no será una mancha en una fotografía; te habrán roto la nariz, el fémur. No caigas en el error fácil de llamarlos hijos del franquismo porque nada tienen que ver con sus ideas. Los que pegan lo hacen porque pueden y les gusta. A todos nos gusta pegar, romper, reventar, causar dolor sin sentir remordimientos. Y cuando eres policía, todas las barreras desaparecen. Mañana no veremos personas que cobran un sueldo para pagar su hipoteca. Lo de mañana serán cascos y botas, gritos y tocineras aparcadas un poco más allá. Venden tranquilidad pero compras represión, y la compras sin darte cuenta el día que sonríes con Rasca y Pica, la noche que arrojas un botellín de cerveza tras otro solo para ver cómo se revienta al llegar al suelo. Mañana te calzarás un casco y unas botas si no te plantas delante de ellas y gritas. No me hables de arrojo, de miedo o compromiso. El siglo XX fue el siglo de los valores, sí, pero nada queda ya de ellos. Ahora queremos objetos; el único símbolo que aceptamos es el dinero, igual de vacío que las banderas o las palabras. Precisamente por eso, porque ahora solo podemos regalar objetos y no símbolos, estamos más solos que nunca. Por eso cada día surgen manifestaciones, líderes llamados a encabezar un cambio, una spanish revolution, pero mañana la prensa habrá descubierto un corredor de maratón sin piernas y ese conquistará todas las portadas. Mañana nos protegeremos, nos pegarán, sangraremos, nos haremos fotos y fardaremos de esas heridas en Twitter, Facebook, Tuenti... Pasado mañana, o al otro, agacharemos la cabeza porque nos aplaudieron pero permanecieron sentados, nos dieron las gracias solo por haberlo intentado.

Primero se llevaron a los comunistas
pero a mí no me importó
porque yo no era. 

En seguida se llevaron a unos obreros 

pero a mí no me importó 
porque yo tampoco era. 


Después detuvieron a los sindicalistas
pero a mí no me importó 
porque yo no soy sindicalista. 


Luego apresaron a unos curas
pero como yo no soy religioso
tampoco me importó. 


Ahora me llevan a mí
pero ya es tarde. 

Martin Niemöller
 

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