domingo, 16 de marzo de 2014

Eres la Cenicienta que encontró su premio sin necesidad de tacones; solo porque lo mereces. El amarillo inundó nuestras retinas y tu sonrisa llenó mi corazón. No ha sido hasta días después que he terminado de procesarte, descubrir que eres pelirroja y tu mirada, única. Pero esta vez no ha sido mi imaginación la que ha volado lejos, sino la propia realidad. Pasar en 12 horas de groupie a guía. Ser destino de piropos; que la mesa siguiente debata sobre realidad/ficción, que a mí me da igual. Quedarás en mi memoria, como Bernstein cruzando el ferry en Nueva Jersey. La emoción de conocer mi hogar, el miedo a tener mal aliento. La vida desborda tu cuerpo, me introduce en un selfie atemporal de enunciatario por inventar. Tu brazo sobre mis hombros. Pero sobre todo, la ilusión de cargar con ese ramo de flores hasta el hotel, grabar a fuego un episodio de tu vida en que yo "ocuparé siempre un lugar destacado". La sonrisa tímida al día siguiente, cruzando caminos en la cafetería del fin del mundo. 

No sé nada de ti. Nombre, afiliación o rasgos faciales. Solo una historia esbozada a las cinco de la mañana, entre gritos de Musil y gestos de Foster Wallace. Bebía, me sentaba y bebía. Iba y venía. Seguías ahí, hablando con ella pero mirándome a mí. Esa cara trascendía la suma de sus partes, transmitía puro sentimiento. Las excesivas referencias a tu sorprendente madurez me alejaron, me sacaron afuera entre cacahuetes mal pelados y risas ajenas. Intentaba huir de tus seis años por vivir, esperanzas y sueños que solo tú debes gozar/tejer/crujir. Ahora, seis días después, puedo ver en tu mirada y aprehender tu trasfondo. Buceo en redes sociales, cruzo bases de datos y pronto acamparé en cada lugar público que haya vivido tus pasos. Aunque sea demasiado tarde, H.H. siempre vuelve a su casa para ofrecerle un último viaje más allá del espacio-tiempo. En mi breve exilio me conformo pensando en el edén que viví sin saberlo, unos minutos en los que me bañé en una mirada sin ojos, cara o cuerpo. 

1 burradas:

Anónimo dijo...

A través de los ojos asoma nuestra esencia. Hablan de esas inquietudes de las que no hablamos. Si prestamos atención, podemos ver lo que no se atreven a decir sus labios. Cada mirada guarda una historia distinta.

 

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