martes, abril 29, 2014

El café se enfrío, ni intentes meterlo al microondas. Una bufanda cayó al lado del sofá, cuando nuestras gargantas aún podían ser invadidas en medio del frío. Allí sigue, sin criar nada vivo, ni siquiera polvo. Una rama arrancada para ser mostrada sigue muriendo en la estantería, sepultada bajo tickets del Mercadona sin que nadie la quiera recordar. Antes había sonatas, ahora solo escuchan sillas vacías. Prometimos ser mejores, centrarnos en lo importante de la vida y aprovechar las oportunidades. Dar siempre besos y nunca arrojar palabras. Nada importa ante el telón, ante el delta del río. Las caricias vuelven como postales, fríos sinsentidos que llenan vacíos de madrugada. La cara se confunde con tu psique, el lugar con Macondo, tu risa con estrépito de cubertería. El final se puede desafiar pero nunca pensar ni retomar. Sea en la cama del hospital o entre putas. Esta ciudad o la otra, el corazón duele igual al pararse. Otras serán reinas del recital, los manantiales danzarán ligeros bajo las faldas. No estarás. Ya no estás.

miércoles, abril 23, 2014

Todo son fechas y lugares, personas y risas que ya ni siquiera suenan. Frases que te acariciaban en noches frías, palomitas y arañazos de cachorro en tu pierna. Hubo un día que te prometiste dirigir un pequeño mundo. Otra semana te exiliabas a la última dictadura de Europa para probar tus músculos. Te quedarías en el estanque una mañana más, una vida más. Vomitar, plantar zapatillas en el campo, luchar contra la policía, el estado y la superestructura. 15 o 31, todos los labios son apetecibles, mordibles. Salí de casa y fui a la calle, à rúa. Las personas que amé han perdido su cara, hasta su voz. Algún gesto ainda fica en un rincón do minho coração. Te emocionas con lo rohirrim y las pisadas sobre la gravilla. Ya no crees en la justicia, la política ni ningún tipo de parlamento, sea humana, divino o canino. Qué coño, todos somos perros con nuestro collar, buscando una correa que nos lleve por donde queramos. O que nos diga qué queremos. Ya no creo en hombres ni perros, solo gatos. Porque no los entiendo, igual que no comprendo la vida. Pero me gusta caminar por ella como el gato que se estira presumido, o tan pronto se duerme panza arriba en un escalón al sol. Nunca ha habido un camino, nunca lo habrá; solo compases que llenar con arpegios de guitarra.

lunes, abril 21, 2014

Una relación mantenida durante tres años por encuentros casuales (o causales) en el autobús. Palabras difusas entre la amnesia y el vómito, las 5 o las 6:30. A veces, dudo de que fuesen oraciones articuladas, pero eso es lo de menos. Una vez más, resulta curioso comprobar cómo las palabras no dicen casi nada; lo importante se transmite por el fondo. Aunque las conversaciones fuesen breves, muchas veces solo compartiésemos un lecho improvisado por cuatro asientos, el acero valyrio iba por debajo, invisible a los ojos de los estúpidos que no nos conociesen. Es cierto que durante tres años hemos perdido fiestas y hemos propuesto otras muchas que nunca encontraron fecha para nacer. Pero da igual. El pasado que alumbramos entre ambos nos acompañará toda la vida, nuestros abrazos y cervezas todavía calientan los estómagos como auténticos irlandeses. Si conseguimos que girase una mesa que no debía girar, el interior que un hombre nunca quiso mostrar, ahora pasarse a otro país no constituye ningún problema serio. Las tecnologías construyen el camino y nosotros lo recorreremos, aunque sea con la tranquilidad que llevamos. Porque sabemos que no debemos impresionar, demostrar ni conquistar; siempre estaré ahí.

viernes, abril 11, 2014

¿De qué me sirve que me envidien los demás
si no me siento satisfecho con los días que me han tocado vivir?

Deja de venderme lo que ya he hecho,
eso es pasado.
Nunca me han interesado las estelas de los barcos
infestadas de carroñeros,
sino la maleza que espera mi machete,
un cincel que modela mi más preciada obra.

No quiero que mi vida pueble revistas,
no es sino el collar de perro más hermoso;
déjame elegir lo apasionante y lo bello,
lo memorable y las palabras que cultivaré
en mi última sonrisa.

Por eso

Adelante, juzga mi vida y trázame el mejor camino.
Perdona, no entendí.
Bueno, es que no soy tan bueno como tú.
Por eso solo puedo caminar por otras sendas
para retorcidos como yo.

Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo.
Yo no tomé ninguno; no tengo poema ni canción.
Simplemente sonrío con cada espina que se clava
y se pierde al segundo.

martes, abril 01, 2014

Llueve. No mucho, pero sí mucho tiempo. No sé cuándo empezó, si es que empezó; creo que lleva lloviendo desde siempre. El cielo está nublado. Cae una niebla densa, de las feas que llenan los pulmones como nicotina. No veo ninguna altura desde la que posar, nadie que sostenga la cámara. Selfie no existe en mi vocabulario. En medio de esta amnesia soy consciente de mi cuerpo (biomédico, marcado, vivido, activo), casi puedo sentirlo brillar. El abrigo es dos tonos más oscuro y pesa bastante más que al salir del hostal. Los pantalones están secos, las botas solo un poco manchadas. No tengo nada de frío, ni de calor. A duras penas veo dónde pisar, piedras sueltas entre cantos puntiagudos, charcos y trampas de barro. Froto las yemas de los dedos, guarnecidas en los bolsillos, recordando el sueño de anoche. El sueño de la primera noche. Vi mi destino: no sé qué forma tiene, dónde se esconde o si puedo llegar andando, pero sigo caminando como ayer. Esta ruta no existe en ningún mapa, el sendero se pierde en la bruma, pero sigo canturreando. Hablo otras lenguas que entiendo como propias, las pierdo, pero sigo caminando. No sabes cómo es vivir, cómo es sentir, cómo es andar como yo lo hago. Sonreír desde kilómetros de distancia y rezar por ti cada noche. Cada vez comprendo mejor que mi relación con el mundo no solo radica en mí, sino en cientos de velas dispuestas por la noche. Las rodillas contra el pecho, la espalda contra la pared, tranquilo como solo puede estarlo un ciego que todo lo ve, sonrío y soplo suavemente. Me estremezco al sentir cómo danzan cientos de llamas
 

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