lunes, 26 de mayo de 2014

Conseguir la libertad cuesta demasiado esfuerzo para perderla en el primer revoloteo de falda. He sufrido las cadenas hasta sentirlas como mías, he interiorizado la retórica del esclavo para ver que solo hay una fuente de luz y tengo que amarla. Mis ojos se han abierto poco a poco, mis músculos se fortalecieron hasta matar todos y cada uno de los grilletes. Mi moral ya no necesita grillos, solo campo que recorrer. Hasta ayer abrazábamos con fuerza a la lideresa, sus dos caras eran necesarias para existir, un amor que justifica cualquier dictadura. Pero ahora he podido levantarme y comprobar que mi cara sonríe sin su presencia, que mi corazón bombea más sangre sin sus caricias en mi cabeza. Y ahora he decidido arrancarle el cetro por completo, construir un prado más verde; podemos. He subido los escalones hacia el trono y no estoy solo, sé que la guardia no puede pararnos a todos, pero nos entra el miedo. ¿Estamos haciendo lo correcto o destruyendo lo único bueno que había en el mundo? El miedo se ancla en los poros clave de mi piel y vuelvo a sentir los escalofríos que me hicieron adorarla. Ella vuelve a reírse, su doble cara barbuda, porque siempre me tendrá. Me obligo a ponerme de pie porque el camino ya está recorrido y sé que es lo correcto. El futuro siempre da miedo, imaginar algo fuera de aquello que nos han educado, que hemos vivido siempre. Una vez que nuestro corazón depende de otra persona resulta aterrador decirle adiós. Pero así debe ser, pienso otra vez de rodillas.

1 burradas:

Anónimo dijo...

El miedo a la dependencia también nos hace esclavos de la soledad; aunque así evitemos quebrantos y miedos.
Desaprender es un proceso arduo y necesario.

 

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