domingo, 14 de enero de 2018

"No era que hubiese dejado de prestar atención al mundo, pero el mundo ya no solo se caía a pedazos, sino que estaba ardiendo, y la cuestión era: ¿qué hacer o dejar de hacer cuando el mundo era presa de un incendio y no se disponía del material necesario para apagar las llamas, cuando el fuego había prendido tanto dentro de ti como a tu alrededor e hicieras lo que hicieses odejaras de hacer no ibas a cambiar nada con tus actos? Ceñirse al plan y escribir el libro. Esa es la única respuesta que se le ocurría. Escribir el libro sustituyendo el incendio real por un fuego imaginario y esperar un resultado mejor que la simple insignificancia.

[...]

Comprendía lo delicada que era esa postura. La arrogancia que implicaba, el egoísmo, el error de pensar en el arte por encima de todo, pero si no se ceñía a su argumento (que quizás no era tanto un argumento como un reflejo instintivo), se abandonaría a un argumento en contrario en donde los libros ya no serían necesarios, ¿y qué momento podría ser más importante para escribir libros que un año en que el mundo estaba en llamas... y uno se consumía con él?"

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Paul Auster
 

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