martes, 6 de marzo de 2018

Estoy cansado de la vida. No quiero negarla, ni mucho menos; tampoco abrazaré la otra cara porque nunca se puede adorar el vacío. No, lo que siento es la extenuación de quien ha nadado demasiado y comprende que la mar apenas ha despertado. Un jugador que revienta en el calentamiento nunca será un profesional, solo una pasión que quema sin combustible el oxígeno y la propia chispa. En el primer estiramiento surgieron las dudas sobre la carrera y ahora, cuando ha pasado media maratón, preferiría animar desde la barrera. Quiero parar la vida, no dinamitarla: hacer añicos el cronómetro, el podómetro y demás instrumentos de tortura. Dejar de hacer malabares con las cosas importantes, un juego mortal porque siempre se cae alguna bola y se hace añicos contra el suelo. Familia, amigos, trabajo, proyectos vitales. "Si te sacrificas de verdad por la sociedad no llegas a tu familia, seguro que tus hijos pensarán que eres un cabrón", murmuraban los corricos. Por eso no podemos parar el reloj ni disfrutar del presente. No es una cuestión de tiempo sino de vida: nosotros somos la corriente que se pierde en el mar, eso es lo que nos hace humanos. Ningún dique secará un río, siempre habrá corrientes subterráneas o violentas riadas que tiñan los campos de vida. Si no puedes parar el tiempo, al menos baila con tu propio ritmo.
 

Copyright 2010 Archivo de las pequeñas cosas.

Theme by WordpressCenter.com.
Blogger Template by Beta Templates.