miércoles, 5 de septiembre de 2007
El sol se recorta entre la multitud de estalactitas de cristal, creciendo poco a poco a costa de los viadantes, que ajenos se dirigen a sus hogares, donde sus parejas los aguardan con la cena caliente. Sin embargo, yo los miro desde mi cárcel de jabón, que junto a mi traje y mi PDA me sitúa por encima de ellos. Mientras que ellos corretean ajetreados como hormigas bajo el aguacero, yo dirijo con total parsimonia el aguacero, decidiendo la vida de miles de hormigas. Sujeto con fuerza la lupa en mi mano, con la que quemo al repartidor que al entrar no se ha inclinado ante el sol que inundaba la habitación. Soy el director de esta comedia, a la que sólo yo imprimo el ritmo y la vida. Soy el director de esta orquesta, que sin mí se hundiría como el Titanic, con las cuerdas sumergidas por la cadencia de los timbales. Soy el presidente que hace los fichajes, soy el entrenador que hace los descartes, y soy el delantero que marca el gol en la gran final. Soy yo quien convence al pleno del Olimpo de que son unos perdedores. Soy yo quien dirige las velas hacia Ítaca. Soy yo quien franquea el acceso al puerto de Rodas. Soy yo quien ha ordenado al sol que se pusiese, para poder observarlo mientras como mi bocadillo de tortilla recalentada delante de la pantalla del ordenador.
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