jueves, 15 de noviembre de 2007

Creo en los hombres. Creo que mediante la palabra se pueden conseguir victorias más aplastantes que con las armas. A veces el fragor de la batalla no nos deja oir, pero la voz humana es diferente de otros sonidos. Se alza por encima de otros sonidos, incluso si no grita, incluso si no es sino un susurro. Sólo tiene que decir la verdad. La palabra tenderá puentes más allá del confuso mar de los idiomas; romperá todas las barreras que el hombre pueda crear. La palabra unirá los corazones de los hombres, sin mirar colores, creencias o dinero. Mañana brillará el sol, y lo será gracias al trabajo de todos los hombres y mujeres que han luchado por el bien común, porqué creían en él. Se han esforzado para que los hombres sean verdaderamente hermanos, y para que paz no sea una palabra relegada a un libro de texto, sino el aceite que mueve nuestros engranajes. La palabra irá más allá de prejuicios y tabúes; el fanatismo y las dictaduras acaban en la palabra. Ella será quien derrumbe sus estatuas, y quien haga de su memoria un muñeco de trapo que arda en la hoguera del recuerdo. Da igual cuantas personas anónimas contribuyeron a crear este mundo todavía imperfecto, inacabado; cuantas ramitas forman esa hoguera que día tras día aumenta, hasta que llegue el momento en el que arda. Ese día, los abuelos llamarán dichosos a sus nietos, y las madres llorarán recordando todo lo que sus antepasados hicieron por este mundo, quizá sin saberlo. El mundo gira vada día por el impulso de los pequeños héroes, las pequeñas cosas, que no salen en los periódicos pero se lo merecen. Desde el presidente de la ONU hasta la más simple intérprete merecen la recompensa final, esa por la que trabajan, esa que aparece en los labios de tantos dictadores, en los corazones de tantos muertos: la paz. Gracias a todos los que han dedicado algo de sí mismo a la causa, a todos aquellos que han perdido un ser amado, un hermano. Puede parecer más sencillo abandonar y empuñar un arma, pero sólo será más rápida la caída. La única arma que sobrevive al paso del tiempo es la palabra, ondeando al viento como nuestro sueños, cogidos de la mano, flotando en el cielo. Tantos miedos, tantas desgracias han valido para algo; aunque no se vean los frutos, el árbol crece poco a poco. Sus ramas, cada vez más robustas, albergarán nidos de donde colgarán columpios mecidos por la risa de los niños, pero también por el llanto de los funerales. Cada uno de nosotros estará orgulloso de sus abuelos, que dio su vida por sus ideales. La pluma vence a la espada siempre. Si no ahora, dentro de cien años la espada estará corroída por el óxido, mientras que la pluma habrá creado un nuevo orden mundial. No lo olvides, la palabra se alzará entre el fragor de la batalla.

-A partir de ahora, cuando pueda os dejaré una referencia a lo que me inspira. Esto lo escribí después de ver La intérprete, de Sydney Pollack, con Nicole Kidman y Sean Penn entre otros.
 

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