jueves, 1 de noviembre de 2007

Entre estertores de bits me dispongo a escribir este post, distinto a todos los anteriores. Mis manos temblorosas vacilan ante cada tecla, en la que se encierra el futuro de un archivo que estuvo condenado a morir desde el primer día. No sé qué ocurrirá, pero sólo sé que durante unos días no voy a estar disponible. Algún día dejaré alguna composición, pero será de esos hijos que hibernan en mi ordenador a la espera de que algún día considere que están listos para que sean bautizados con las críticas de lenguas viperinas. Quizás suceda algo que me obligue a escribir ipso facto, pero lo dudo mucho. Si bien esta ventana anuló mi ritual hibernación de cada verano, ahora me retiro, no a nivel material, pero sí a nivel espiritual y creativo, que es más importante aún. Me dedicaré a emborronar cuartillas y servilletas, condenándolas de inmediato a la laguna negra del olvido. No sé cuánto tiempo va a durar el retiro de este eremita, sólo sé que lo necesito, y que no va a ser definitivo. Desde este mismo momento, declaro este archivo de las pequeñas cosas cerrado por obras, destinadas a hacer que esa estrella incandescente se haga más grande, llegando hasta lo más negro de mi alma. Habrá servicios mínimos, o al menos lo intentaré. Un abrazo, compañeros de viaje. Tengo que reparar mis zapatos de baile.
 

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