sábado, 24 de noviembre de 2007

Amanece. Me parapeto en un portal, escondiéndome de la lluvia que me persigue. Sin embargo, algo retiene mi atención, olvidando las balas que silbaban bajo mis pies. Una chica joven, de unos 15 años, llora arrodillada en la acera. La lluvia se desliza sobre su espalda, formando un manto de vida y muerte que la aísla de la indiferencia de los muertos que la miran mientras pasan de largo. Su cuerpo se convulsiona rítmicamente. Sus brazos sostienen estoicos todo el cuerpo, reflejando la fuerza que tiene oculta en su interior, apresada por el dolor. Sus manos se cierran en torno a una fotografía de un hombre, causante de todo su dolor. La lluvia arranca recortes de rosas pasadas, retazos de amor, pero ante todo dolor por algo que no merece ser recordado. Pedazos de su corazón roto brotan como agua de manantial de sus ojos, perdiéndose en la lluvia, que acoge sus males como el hombro de una hermana. La princesa herida no está sola; la lluvia la acurruca en su regazo, hasta que se calma y se introduce, poco a poco, en un sueño reparador, lejos de sapos con traje y vestidos negros.

-Cerrando una cuenta pendiente desde hace tiempo, dedico esta creación a mi tata, que tanto me ha apoyado en tantos momentos malos.

1 burradas:

Iván dijo...

Que descripción tan angustiosa y minuciosa. Sin duda podría ser el mejor comienzo de un relato. Aunque creo que no debe resultar agradable escribirlo. Ése es el problema de escribir textos que no son ficción.
Una buena manera de pagar una deuda.
Un saludo!

 

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