jueves, 24 de enero de 2008

¿Por qué no te siente aquí, conmigo, lejos del fuego? No soy sino un mendigo que se alimenta de las sobras de los gatos para no enloquecer. No bailo al compás del tango; no tengo un traje blanco. ¿Por qué te ríes? Mi corazón ajado todavía recuerda el tacto del cielo. A veces, en sueños, la veo, pero su calor, su risa, no traspasan la frontera de la razón. No todavía. Busco sueños, ideales por los que luchar, pero mi corazón agarrotado no puede cruzar este desierto sin algún pequeño oasis, alguna alucinación que le anime a seguir adelante. No soy como ellos, que te rezan a diario, sino como los antiguos, buscando no buscar, queriendo no querer. Pero te veo al cruzar la calle, jugando con tus hilos, sus cadenas, y siento envidia. Envidia de sufrir, envidia de no poder salir del eternal juego. Deja de reír; tus cascabeles taladran mi conciencia. Sí, tienes razón. Ya no soy ese tierno cachorro que busca acurrucarse a los pies del amo. Mi corazón es de la luna llena, y mi canto pertenece al bosque, mi verdadero hogar.

1 burradas:

Iván dijo...

Que extraña dualidad. El amor puede ser dueño de un corazón. Pero éste acaba perteneciendo al lugar en donde nace. O donde, quizá, quiera acabar los días.
Magnífico texto, Camdem.
Un saludo!

 

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